viernes, 27 de abril de 2018

El león duerme esta noche (2017)




Título original: Le lion est mort ce soir
Director: Nobuhiro Suwa
Francia/Japón, 2017, 103 minutos

El león duerme esta noche (2017)


Expectación y lleno absoluto en la sala grande de la Filmoteca para asistir al estreno del último filme del japonés afincado en Francia Nobuhiro Suwa. Máxime cuando es el propio realizador quien se ha desplazado hasta la capital catalana para presentar Le lion est mort ce soir (el título proviene de la misma canción que sirvió de base en el musical de Disney). Cinta que cuenta, además, con la presencia estelar de Jean-Pierre Léaud, el mítico actor fetiche de la Nouvelle vague, quien en esta ocasión interpreta un papel de claras resonancias autobiográficas.

Señalaba Octavi Martí antes de la proyección que se trata de una historia de fantasmas, si bien los fantasmas personales de un hombre atormentado por la desaparición prematura de la que fuese el gran amor de su vida. De ahí que, al verse conminado a escenificar ante la cámara su propia muerte, Jean decida refugiarse en la vieja mansión abandonada donde aún habita la presencia de Juliette (Pauline Étienne).



Ejercicio metacinematográfico en el que asistimos al rodaje de varias películas, una dentro de la otra, el lánguido sosiego de Jean se va a ver repentinamente alterado cuando un grupo de niños irrumpa en la casa deshabitada en busca de localizaciones para filmar. ¿Intenta decirnos Suwa, a través de semejante subterfugio, que el cine debería ser ese juego entusiasta en vez de la compleja y profesional parafernalia a la que asistimos en las escenas que abren y cierran el filme? Probablemente, a juzgar por las palabras tan sumamente encomiásticas que dedica Jean a sus jóvenes amigos cuando presencia, proyectado sobre una modesta sábana, el resultado final de la peli que han hecho juntos.

O quizá no haya sido todo más que un sueño, apenas otra cabezada en la tediosa existencia de un actor que presiente el final de sus días y que intenta darse ánimos a sí mismo pensando que los momentos más interesantes en la vida de un hombre se viven entre los setenta y los ochenta años.


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