Director: Alfonso Ungría
España, 1971, 94 minutos
El cartel es obra de Luis Eduardo Aute |
Más de ocho minutos transcurren hasta que se pronuncia la primera palabra en El hombre oculto (1971), lo cual nos da una primera idea de la incomunicación en la que viven instalados sus personajes. Aislamiento fruto de la particular situación política surgida tras el cese de la Guerra Civil Española y que condenó a muchos de quienes la perdieron a un humillante exilio interior.
Martín (interpretado por el portugués Carlos Otero) es uno de ellos: habituado a un encierro que ya dura tres décadas, el hombre ha desarrollado una serie de extrañas conductas cuya única explicación posible es la falta de contacto con el mundo real. Así pues, por más que reciba la visita esporádica de algún amigo o a pesar de compartir mesa con su esposa e hija, Martín se ha convertido en un ser que guarda sus propias uñas en un tarro cuando se las corta o que canta por soleares apenas musitando la letra para no levantar sospechas entre el vecindario. También intenta aprender francés o se imagina que dirige la Valquiria de Wagner. De hecho, su único contacto con el exterior son la prensa escrita o la radio, así como nuevos medios de comunicación (un televisor, un tocadiscos) que le infunden más respeto que otra cosa.
Martín (Carlos Otero) flanqueado por su mujer e hija |
Amalia, su mujer (Yelena Samarina), muestra una actitud fría y desengañada, tal vez por el hastío que le provoca llevar una existencia tan sumamente frustrante. Harta de fingir y callar ante los demás, mantiene una relación con Santos (Luis Ciges), uno de los amigos de Martín. Aunque éste hace lo propio con Clara (Julieta Serrano), una muchacha ciega a la que recibe en su refugio. Belén (Carmen Maura) demuestra algo más de afecto hacia el padre. Pero ella es una joven de su tiempo y las batallitas que le pueda contar un antiguo combatiente republicano le atraen menos que la promesa de emancipación que supone su novio (Mario Gas). El reparto se completa, por cierto, con la presencia de un comandante casi mudo (hay que suponer que a consecuencia de su participación en la contienda) al que da vida el también cineasta José María Nunes, en una de sus escasas apariciones como actor.
Nunes (izquierda) junto a la hija de Yelena Samarina |
No era fácil tratar un tema como éste en plena dictadura franquista, pese a que, como indica un cartel explicativo al principio de la película, desde 1969 se había indultado a quienes estuvieron implicados en el bando perdedor durante la guerra. Aun así, Ungría se atreve a mostrar un retrato de Marx pendiendo de las paredes del salón familiar, quizá para contrarrestar el hecho de que Martín contribuya a la exigua economía doméstica fabricando rosarios con cuya minuciosa elaboración llena sus muchas horas de cautiverio.
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