jueves, 27 de octubre de 2016

El último sábado (1967)




Director: Pere Balañà Bonvehí
España, 1967, 81 minutos

Día Mundial del Patrimonio Audiovisual



Presentación en la sala Chomón de la Filmoteca de Catalunya a cargo de Ferran Alberich, restaurador de películas. Se han proyectado dos anuncios publicitarios de animación dirigidos por Robert Balser a principios de los setenta: uno sobre Mirinda (sucedáneo de la Fanta de naranja) protagonizado por Mortadelo y Filemón y otro a propósito de los caramelos de menta Pectol. Y, a continuación, El último sábado, filme maldito y único largometraje que dirigiera Pere Balañà (1925-1995).

Tal y como ha señalado Alberich, el personaje interpretado por Julián Mateos presenta no pocas coincidencias con el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé, así como con el protagonista de La piel quemada de Josep Maria Forn. Y lo curioso del caso es que tanto la novela como ambas películas salieron a la luz prácticamente por las mismas fechas, lo cual demuestra hasta qué punto la inmigración nacional se había convertido en inspiración de muchos creadores.

Hay en este José Luis Sánchez (el personaje central) una insatisfacción malsana, simbolizada por la motocicleta que tanto anhela, que lo empuja a querer siempre más: o, al menos, a querer abarcar más de lo que parecería corresponder a un simple charnego. Porque en el contexto social que muestra Balañà en El último sábado José Luis no deja de ser un ambicioso muchacho de barriada que se deja tentar por las veleidades de una burguesía que también pretende aprovecharse de él.

Da que pensar, al respecto, si tanto Balañà como Luis Romero, autores del guion, pretendieron castigar a José Luis por su atrevimiento, por relegar a su novia de toda la vida (una jovencísima Silvia Tortosa, en su debut cinematográfico) en beneficio de la seductora representante de una escudería italiana (Eleonora Rossi Drago). O por no haberse conformado con el humilde trabajo de repartidor de la editorial Seix-Barral o con el ambiente que se respira en el piso de su familia numerosa, donde el padre (Antonio Ferrandis) siempre está renegando y la madre (María Luisa Ponte) bregando con los niños y con la suegra.

En todo caso, y al margen de lo endeble que pueda ser la historia o la, en opinión de algunos, desmañada dirección de Balañà, lo realmente interesante de un filme como El último sábado es su innegable condición de documento de época, a medio camino entre el musical y el realismo social, que lo mismo muestra los bloques de pisos del extrarradio que el bullicio de los garitos y callejuelas más sórdidos del Paralelo (a veces filmados con cámara oculta) o de las boîtes de la Gauche divine barcelonesa donde actúan Karina o Los Sírex.

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