domingo, 23 de febrero de 2020

Una flor en el infierno (1958)




Título original: Jiokhwa / 지옥화
Director: Shin Sang-ok
Corea del Sur, 1958, 87 minutos

Una flor en el infierno (1958) de Shin Sang-ok


Por más que la etiqueta neorrealismo se asocie de forma casi exclusiva al cine italiano de posguerra, habría que redefinir el término para hacerlo extensible a otras cinematografías que también supieron hacer de la necesidad virtud. Tal sería el caso, por ejemplo, de las producciones japonesas Historia de un vecindario (1947) de Ozu y Los niños de Hiroshima (1952) de Kaneto Shindô o las españolas Día tras día (1951) de Antonio del Amo y El último caballo (1950) de Edgar Neville.

Sometida a una cruenta guerra civil que dividiría al país en dos, la situación de Corea fue, en muchos aspectos, equiparable a los conflictos arriba indicados. Buen ejemplo de ello sería la cinta Jiokhwa, habitualmente conocida en occidente bajo el título inglés de Flower in Hell. Rodada a plena luz del día en las calles de Seúl y sin apenas medios, arranca con la llegada a la ciudad de un joven provinciano que va en busca de su hermano mayor. Allá en el pueblo dejó sola a la madre de ambos a la espera de que regrese en compañía del único que podría servirles de sostén.



Pero la realidad con la que topa el muchacho es muy distinta a la que él esperaba encontrar: bandas de carteristas que le atracan nada más llegar, prostitutas al servicio de las fuerzas de ocupación estadounidenses… Su propio hermano, de hecho, malvive en compañía de una de ellas, por lo que parece difícil que quiera regresar al pueblo. 

El resto, como era de esperar, sigue los cauces habituales de cualquier trama folletinesca con finalidades moralizantes: la taimada Sonia pagará sobre el lodo de una charca sus muchos pecados, en un desenlace que parece evocar el final de Duelo al sol (1946), mientras que un epílogo absolutamente predecible muestra al hermano bueno redimiendo a la cándida Julie de la tiranía del lenocinio.


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