sábado, 15 de febrero de 2020

Cañas y barro (1954)




Director: Juan de Orduña
España/Italia, 1954, 97 minutos

Cañas y barro (1954) de Juan de Orduña

Como todas las tardes, la barca-correo anunció su llegada al Palmar con varios toques de bocina.
El barquero, un hombrecillo enjuto, con una oreja amputada, iba de puerta en puerta recibiendo encargos para Valencia, y al llegar a los espacios abiertos en la única calle del pueblo, soplaba de nuevo en la bocina para avisar su presencia a las barracas desparramadas en el borde del canal. Una nube de chicuelos casi desnudos seguía al barquero con cierta admiración. Les infundía respeto el hombre que cruzaba la Albufera cuatro veces al día, llevándose a Valencia la mejor pesca del lago y trayendo de allá los mil objetos de una ciudad misteriosa y fantástica para aquellos chiquitines criados en una isla de cañas y barro.

Vicente Blasco Ibáñez
Cañas y barro (1902)

Son muchos y diversos los elementos que hacen de esta coproducción hispanoitaliana, dirigida por Juan de Orduña y adaptación de la novela homónima de Blasco Ibáñez, un filme a tener en cuenta. En primer lugar, por haber sido rodada en la Albufera valenciana, admirable enclave natural que le aporta ese toque pintoresco y localista tan propio, por otra parte, de la literatura de su autor. Pero también, en otro orden de cosas, debido a la presencia en el reparto del mítico actor catalán Joan Capri, quien, haciendo gala de su proverbial vis cómica, daba vida aquí al tonto del pueblo.

Por otra parte, las dos o tres expresiones en valenciano que se escuchan a lo largo de la película suponen una pincelada fugaz con la que se pretendía captar un hecho diferencial que, quizá por tratarse de un clásico de la literatura popular ambientado a finales del siglo XIX, se toleró sin mayores reparos por parte de la censura franquista. Como la relación adúltera entre el Tonet y la Neleta que, aunque muy suavizada respecto al tremendismo del texto original, seguía siendo bastante atrevida para la época. En cambio, del asesinato del hijo que tienen en común y ulterior suicidio del padre, como es lógico, no queda ni rastro en la película.



La fotografía en blanco y negro de Aguayo, la banda sonora de Ricardo Lamotte de Grignón, los diálogos de Manuel Tamayo, los decorados de Sigfrido Burmann… Nunca se ensalzará lo suficiente el buen hacer de una generación irrepetible de geniales artesanos. Puesto que no hay detalle, ni delante ni detrás de la cámara, que no merezca la pena ser destacado. Lo mismo que su reparto coral, con el portugués Virgilio Teixeira y la italiana Anna Amendola a la cabeza, acompañados de secundarios de la talla de Félix Fernández (Tío Paloma), un irreconocible José Nieto (sin su habitual bigotito falangista) haciendo de augusto padre y Aurora Redondo en un inusual doble papel, ya que interpreta a la enfermiza esposa de Cañamel y también a la Samaruca, la tóxica hermana de ésta.

Costumbrismo levantino que, apenas dos años después, explotaría de nuevo otro título no menos interesante, dirigido, esta vez, por el gallego Manuel Mur Oti. Nos estamos refiriendo a Fedra (1956), tragedia, como Cañas y barro, situada a orillas del mar, si bien con el trasfondo del mito clásico, cuya función, en el caso de las trifulcas de estos pescadores y arroceros, es cumplida por acontecimientos históricos como la Guerra de Cuba.


2 comentarios:

  1. Hola Juan!
    No conocia la pelicula. Lo que si recuerdo es la producción que hizo TVE a finales de los 70, creo que todos nos enamoramos de Victoria Vera...
    Saludos!

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    1. Pues fíjate que yo también recuerdo la serie, aunque sólo tenía tres años cuando se estrenó. Por cierto que aquella producción era mucho más fiel respecto al texto original de Blasco Ibáñez.

      Hasta pronto.

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