domingo, 30 de junio de 2019

El fascismo cotidiano (1965)




Título original: Obyknovennyy fashizm
Director: Mikhail Romm
Unión Soviética, 1965, 138 minutos

El fascismo cotidiano (1965) de Mikhail Romm


Ya se lo dijo Orson Welles a André Bazin en 1958: "But for my style, for my vision of film, editing is not an aspect, it is the aspect." Vamos: que el montaje lo es todo a la hora de hacer una película. De ahí que, para lograr una obra maestra, no se necesite, en puridad, más que unas cuantas imágenes de archivo y muchísima inventiva para saber combinarlas con acierto. El fascismo ordinario pertenece a esa extraña categoría de filmes.

Pese a haber sido apartado del poder un año antes del estreno, la política aperturista de Jrushchov en lo tocante a las artes tuvo bastante que ver con la génesis del proyecto. Y es que el deshielo tras la muerte de Stalin terminaría dando pie a que se llevaran a cabo alegatos contra el totalitarismo como el que nos ocupa, dirigido por el cineasta Mikhail Romm a partir de los diferentes materiales confiscados por el Ejército Rojo tras la caída del Tercer Reich.



La acción, sin embargo, no comienza en los campos de exterminio ni tampoco en el fragor de los bombardeos de la Luftwaffe: lo hace en el Moscú de 1964 y, más concretamente, centrando el interés de la cámara sobre los niños inocentes que pasean de la mano de sus idolatradas mamás por las calles de la capital rusa. Recurso efectista donde los haya, encaminado a impactar al espectador cuando, un poco después, aparezcan en pantalla los cadáveres de mujeres y criaturas asesinados por la barbarie nazi.

La voz en off de Romm se mofa todo lo que puede y más de los altos mandos de la jerarquía nacionalsocialista, aunque también aprovecha para ridiculizar a Mussolini y hasta al rey Alfonso XIII, del que destaca su rostro particularmente "intelectual". Y ello valiéndose en todo momento de un tono panfletario en el que, como es lógico, no tienen cabida ni el pacto de no agresión firmado por Ribbentrop y Mólotov en agosto del 39 ni la parafernalia desplegada durante los desfiles militares en la Plaza Roja: curiosas omisiones en un documental que, en cambio, se burla reiteradamente de la pompa y boato de las autoridades germánicas.

Con todo, hay que reconocer la destreza de Romm a la hora de mostrar en primer plano los rostros de las víctimas de Auschwitz, remarcando que "hace ya mucho tiempo que fallecieron, pero [que] sus miradas siguen vivas..."


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