viernes, 21 de junio de 2019

Burning (2018)




Título original: Beoning
Director: Lee Chang-dong
Corea del Sur, 2018, 148 minutos

Burning (2018) de Lee Chang-dong


Aún corro todas las mañanas por el camino de los cinco graneros y ninguno ha sido pasto de las llamas. Tampoco tengo noticia del incendio de ninguno en otro lugar. Llegó otra vez el mes de diciembre y los pájaros de invierno sobrevolaron mi cabeza. Así fui cumpliendo años.

En la oscuridad de la noche, a veces pienso en graneros que se derrumban al incendiarse.

Haruki Murakami
"Quemar graneros" (1983)
Traducción de Fernando Cordobés González y Yoko Ogihara

No hace falta decir gran cosa para explicarlo todo. En ese aspecto, el coreano Lee Chang-dong (Daegu, 1954) se alinea con otros aventajados cineastas asiáticos de su misma generación que comparten con él una tan rara habilidad. Así, por ejemplo, el filipino Lav Diaz o el japonés Hirokazu Koreeda: directores, todos ellos, especializados en el sabio arte de la sobriedad.

Burning traza un panorama desalentador de ciertos sectores de la sociedad surcoreana, cuyos individuos, producto del materialismo capitalista, aspiran a una suerte de egolatría en la que el éxito social se mide a partir de elementos tan vacuos y dispares como conducir un Porsche negro o escuchar música jazz mientras se cocina un plato de pasta en un apartamento de doscientos metros cuadrados.



Un esnobismo, el del exclusivo distrito Gangnam-gu de Seúl, que contrasta vivamente con la frustración que atenaza al protagonista, ese muchacho solitario de apariencia pusilánime que, a la espera de que se dicte sentencia contra su padre (acusado de haber agredido a un funcionario público), se ocupa de la destartalada granja familiar, cerca de la frontera norcoreana. Falto de afecto, creerá haber encontrado a su media naranja cuando una antigua vecina reaparece en su vida. Pero la felicidad es un animal caprichoso, escurridizo como una gata invisible...

Son muchos los referentes (algunos de ellos occidentales) que se acaban dando cita en una película a medio camino entre el drama social y el suspense psicológico. De entrada, porque el relato de Haruki Murakami en el que se basa remite a otro de Faulkner, de 1939, titulado "Barn Burning". Pero es que, además, el triángulo formado por Jong-su, Hae-mi y Ben, así como el atractivo y misterioso tren de vida que lleva este último, conectan, igualmente, con el universo de El gran Gatsby de Scott Fitzgerald. Tupida red de referencias, el momento álgido de la cual se produce cuando la muchacha, en la hora mágica del véspero, danza y se quita la ropa al son de la trompeta de Miles Davis.


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