miércoles, 30 de octubre de 2019

Campo del honor (1987)




Título original: Champ d'honneur
Director: Jean-Pierre Denis
Francia, 1987, 87 minutos

Campo del honor (1987) de Jean-Pierre Denis


Aparte de por su interés histórico, Champ d'honneur destaca gracias a la insólita variedad lingüística que reflejan los diálogos, hablados en francés, pero también en occitano y hasta en alsaciano. Lenguas, estas dos últimas, minoritarias y minorizadas, con una presencia escasa en el mundo del cine, si bien, en lo concerniente a películas rodadas en gascón, hemos ido dando cumplida cuenta en el blog, como podrán comprobar los lectores que cliquen en la pestaña Occitania que se encuentra al final de esta entrada.

El argumento, que se desarrolla durante la guerra franco-prusiana, acaecida entre el 19 de julio de 1870 y el 10 de mayo de 1871, tiene como eje principal la relación que se establece entre dos seres tan aparentemente opuestos como un soldado francés y un niño alsaciano: dos almas en pena, unidas por las circunstancias, que, pese a no hablar el mismo idioma y pertenecer a bandos enfrentados, recorrerán juntas la demarcación bélica a la que alude el título del filme.



Independientemente de su simbolismo antibelicista, el guion de Champ d'honneur da fe de no pocos elementos definitorios del absurdo de la guerra. Sobre todo en lo concerniente a Pierre Naboulet (Cris Campion), un simple leñador (ajeno por completo a los delirios de grandeza de Napoleón III) que, habiéndose librado de ir al frente por excedente de cupo, decidirá, sin embargo, enrolarse tras vender su número al hijo de un rico comerciante.

Y ¿qué queda, al cabo de los siglos, de todas aquellas rencillas por las que tanta sangre fue derramada? Probablemente lo mismo que legarán los conflictos que, por desgracia, a día de hoy, como si de una maldición inherente a la condición humana se tratase, asuelan el planeta: apenas una nota a pie de página, tal vez el vago recuerdo de alguna gesta heroica que, en el mejor de los casos, dará nombre a alguna calle por la que nunca pasa nadie, todo lo más algún paseante solitario que, como la barca que arrastra el río durante los créditos finales, avanza con indiferencia hasta perderse en la lejanía.


No hay comentarios:

Publicar un comentario