martes, 13 de febrero de 2018

El unicornio (1975)




Título original: Black Moon
Director: Louis Malle
Francia/Alemania, 1975, 95 minutos

El unicornio (1975) de Louis Malle


Una advertencia preliminar, firmada por el propio Malle, nos advierte de que la película que estamos a punto de ver no se rige por las normas de la lógica, sino que es la mera plasmación de sus sueños. Un mundo onírico inmerso en lo que parece una guerra entre hombres y mujeres y en el que la protagonista, esa joven casi adolescente que responde al nombre de Lily, buscará refugio en una extraña casa de campo habitada por animales y una diminuta anciana amamantada por sus hijos.

Tras una cinta de implicación tan sumamente política como Lacombe, Lucien (1974), el director francés decidía rebelarse contra la tiranía del racionalismo cartesiano liberando sus más ocultos fantasmas a través de una compleja alegoría de raigambre surrealista. Puede que no haya un sentido preciso en las imágenes de Black Moon, pero lo que sí resulta de una claridad meridiana son sus fuentes de inspiración, que a continuación pasamos a desglosar.



De entrada, se parte de un presupuesto similar al de Alice in Wonderland, si bien es cierto que Lily penetra en un universo aún más críptico, si cabe. La impronta surrealista a lo Buñuel o Dalí es, por otra parte, innegable. Así pues, la escena del queso devorado por hormigas, los fragmentos wagnerianos de Tristán e Isolda o el rebaño de ovejas agolpado a la entrada de la casa remiten a momentos sobradamente conocidos de las respectivas iconografías de dichos autores. La presencia, por último, de un unicornio y otros animales dotados de cualidades humanas (la rata, la serpiente, el águila...) podrían hacer pensar en el imaginario infantil de las fábulas y de los cuentos de hadas, quizá en la línea de lo llevado a cabo por Jacques Demy en Peau d'âne (1970).

Probablemente estemos ante la obra de un incomprendido, un espíritu sensible que no supo o no quiso encajar en los límites de lo establecido. En todo caso, Black Moon constituye su manifiesto más personal e iconoclasta, la carta de presentación más arriesgada de un cineasta que moriría veinte años después en Beverly Hills víctima de un linfoma.

Al margen de la referencia a El ángel exterminador de Buñuel,
la casa que se ve al fondo es la del propio Louis Malle en Cahors

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