sábado, 3 de febrero de 2018

120 pulsaciones por minuto (2017)
















Título original: 120 battements par minute
Director: Robin Campillo
Francia, 2017, 143 minutos

120 pulsaciones por minuto (2017)

Cuando una película apela directamente a un colectivo ya tiene mucho terreno ganado de antemano. Y eso es justo lo que ocurre con 120 pulsaciones por minuto, donde la comunidad LGBT y su lucha contra el sida son los verdaderos protagonistas. 

Estamos en Francia a finales de los ochenta, coincidiendo con la eclosión del virus VIH a escala mundial. Un momento especialmente delicado en lo referente a políticas preventivas, ya que desde el gobierno apenas si se hacía nada al respecto. Ésa es, al menos, la percepción de un conjunto de jóvenes activistas que decidirán agruparse para formar Act Up, asociación asamblearia dedicada a organizar acciones reivindicativas, a menudo contra la pasividad especulativa de las compañías farmacéuticas.



Desde luego, son esas reuniones en el paraninfo de una facultad universitaria lo mejor del tercer largometraje de Robin Campillo, quien, por cierto, fue también coguionista de la aclamada Entre les murs (2008) de Laurent Cantet, filme que guarda algunas similitudes con éste, sobre todo en lo que se refiere a la confrontación dialéctica. En cambio, pierde intensidad cuando se detiene a analizar el caso particular de Sean (interpretado por el argentino Nahuel Pérez Biscayart): su lucha contra la enfermedad, así como la relación que mantiene con Nathan (Arnaud Valois), a pesar de ser humanamente interesantes, acaban incurriendo en un dramatismo excesivo, cuando no en la gratuidad de determinadas escenas cuya explicitud parece más encaminada a fomentar la morbosidad que no una verdadera concienciación del espectador.

En cualquier caso, y a pesar de lo injustificado de sus más de dos horas y cuarto de duración, estas 120 pulsaciones por minuto contienen detalles simpáticos, como el hecho de que los asistentes a las sesiones de Act Up manifiesten su acuerdo mediante chasquidos de sus dedos, lo cual, como era de esperar, se repite entre el público al final de cada proyección de la película (nosotros, por lo menos, así lo hemos podido constatar esta tarde en los Méliès de Barcelona).


No hay comentarios:

Publicar un comentario