domingo, 3 de mayo de 2020

El Club de los Poetas Muertos (1989)




Título original: Dead Poets Society
Director: Peter Weir
EE.UU., 1989, 128 minutos

El Club de los Poetas Muertos (1989)
de Peter Weir

Se escribe y se lee poesía, no porque sea bonita, sino porque se es parte de la humanidad. Se escribe y se lee poesía porque los seres humanos son seres con pasiones. La medicina, el derecho, el comercio, son nobles actividades, necesarias para mantenernos con vida. Pero la poesía, el amor, la belleza, ésa es nuestra razón de ser...

N. H. Kleinbaum
El Club de los Poetas Muertos
Traducción de Manuel M. Escrivá de Romaní

Revisar Dead Poets Society cuando ya se ha rebasado la barrera psicológica de los cuarenta entraña el riesgo de que se nos caiga uno de los mitos que marcaron nuestra adolescencia. ¿Quién no se ha emocionado alguna vez viendo a todos esos alumnos encaramarse sobre sus pupitres para despedir al desdichado señor Keating? Y, sin embargo, la misma película que nos flipaba siendo quinceañeros resulta, a ojos del adulto descreído, poco más que un producto Disney para lucimiento del histriónico Robin Williams.

Lo cual no debiera restarle mérito al magnífico trabajo llevado a cabo por el australiano Peter Weir a partir de un guion, obra de Tom Schulman, que la Academia de Hollywood recompensó con la preciada estatuilla. De hecho, quienes trabajaron a sus órdenes lo siguen recordando como un director excelente, capaz de extraer lo mejor de un puñado de jóvenes intérpretes, entre ellos Ethan Hawke, por aquel entonces en el inicio de sus respectivas carreras.



Invitar a gozar del momento, como lo hace este filme, es, sin duda, una sugerencia tan antigua como eficaz, mientras que su sabia expresión latina, el célebre carpe diem horaciano, se convierte en una especie de mantra recurrente que los internos de Welton no paran de repetir a todas horas. Evidentemente, un planteamiento de tales características, para que surja efecto entre el respetable, requiere de unos personajes que sean mojigatamente maniqueos en sus convicciones. Así pues, el decano Nolan (Norman Lloyd) o el padre de Neil Perry (Kurtwood Smith) tienen que observar una intransigencia sin fisuras para que la rebeldía de los Poetas Muertos, en su afán por "sorberle todo su jugo a la vida", resalte aún más, si cabe. 

Y es que Keating, ese profe guay que se sube a lo alto de las mesas para motivar a sus pupilos, ha traído consigo nuevos métodos que van a calar muy hondo en la rancia institución: puede que a él lo expulsen, pero, cuando poco antes del desenlace, veamos al profesor de latín impartir su clase al aire libre, paseando sobre la nieve, quedará patente que, a pesar de todo, algo está empezando a cambiar en aquel colegio.


6 comentarios:

  1. En su momento me había gustado. Hoy leyendo tu entrada me doy cuenta que disfrutaría de algunas sutilezas que aquella primera vez se me pasaron, pero que hoy las entendería. Algunas. Pero tal vez me pase eso que mencionás al principio... aunque todavía me falten unos pocos años para llegar a los cuarenta.
    Hace poco viendo Los Simpson me parece que vi una referencia a este film, pero ya no me acuerdo cual. Tuve una seguidilla de episodios amarillos

    Abrazos Juan!

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    1. Supongo que es inevitable (y hasta necesario) que conforme nos hacemos mayores nuestros gustos evolucionen. Aun así, Dead Poets Society siempre ocupará un lugar destacado en nuestro recuerdo.

      Saludos, Frodo.

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  2. Recordo l'entusiasme de la meva filla quan, de joveneta, va veure aquesta pel·lícula, jo vaig desfer l'encant manifestant que el tema era recurrent, en literatura i cinema, i que poques vegades la realitat responia a això de què un professor innovador aconseguís tant de consens. Aixó no treu mèrit al valor fílmic del conjunt, però el tema de fons constitueix gairebé un gènere, amb tot tipus de variants, mestre home, mestra dona, mestre negre, escola d'elit, escola popular i un llarg etcètera.

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    1. De fet, als que treballem o hem treballat a l'ensenyament se'ns fa una mica difícil encaixar la visió idealitzada de la professió de mestre que dóna aquesta pel·lícula.

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  3. ¿Qué quieres que te diga? Yo no puedo verla sin llorar en la última escena.

    Un abrazo.

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    1. A ver, Ricard: lo cortés no quita lo valiente. Una cosa es que ahora le vea los defectos que me pasaban inadvertidos cuando era un chaval y otra, muy distinta, que me siga pareciendo una película absolutamente entrañable.

      Saludos.

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