Título original: Grandeur et décadence d'un petit commerce de cinéma
Director: Jean-Luc Godard
Francia/Suiza, 1986, 92 minutos
Lo que originariamente fue un episodio de hora y media concebido para la televisiva Série noire emitida por TF1 en 1986, nos llega ahora debidamente restaurado y exhibido en salas comerciales (aunque sólo sea una: la del Zumzeig, calle Béjar 53). Grandeur et décadence d'un petit commerce de cinéma posee ese punto de divertimento gamberro que caracteriza el cine de Godard desde sus inicios, pero que se iría acentuando gradualmente con el paso de los años conforme el director suizo ahondase en su escepticismo irónico y un tanto misántropo.
Un cineasta apellidado Bazin, en claro homenaje al autor de Qu'est-ce que le cinéma? y teórico de la Nouvelle vague André Bazin (1918-1958), intenta levantar un proyecto con la ayuda del productor Jean Almereyda (en alusión a Jean Vigo, cuyo padre se llamaba así). El primero está interpretado por un histriónico Jean-Pierre Léaud (otro buque insignia de la ya mencionada Nueva Ola del cine galo) y este último por el también director Jean-Pierre Mocky.
Las continuas referencias cinéfilas marca de la casa se van sucediendo hasta llegar a confeccionar un mosaico de citas que abarca desde Jour de fête (1949) de Tati hasta la armenia Sayat Nova (1969) de Parajanov, pasando por el Chaplin de La quimera del oro (1925), el Antonioni de La aventura (1960) y el Cocteau de El testamento de Orfeo (1960). No en vano, uno de los personajes femeninos del filme se llama Eurydice, con lo que la admiración de Godard hacia el artista queda patente por partida doble. Pero no se detiene ahí la cosa: La gran ilusión de Renoir será objeto de análisis por parte de Gaspard Bazin, quien no duda en alabar la belleza de Dita Parlo (1908–1971) al contemplar su rostro proyectado en un monitor.
Con 87 años recién cumplidos (casualmente, hoy, 3 de diciembre, es su aniversario), siempre es una buena noticia que el genial JLG esté de actualidad, puesto que su obra, lejos de envejecer, mantiene intacto el espíritu juguetón y la inquietud juvenil que hicieron de ella una de las propuestas intelectualmente más provocadoras de su generación.
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