Director: Rafael Gil
España, 1949, 78 minutos
Aventuras de Juan Lucas (1949) de Rafael Gil |
El pasado desde el presente: la acción transcurre en 1808, coincidiendo con la invasión napoleónica, pero los términos generalísimo y caudillo se dejan oír aquí y allá refiriéndose al militar interpretado por Fernando Fernández de Córdoba. Un poco como sucedía en 1984, la novela de George Orwell, el franquismo se valió bastante a menudo del cine histórico para reescribir determinados acontecimientos de la antigüedad según su propia conveniencia, en especial aquéllos que podían contribuir a legitimar al régimen como consecuencia de una supuesta continuidad a lo largo de la historia.
Aventuras de Juan Lucas (1949), adaptación de la obra homónima de Manuel Halcón, responde a dicha voluntad, aunque podría enmarcarse igualmente en el género del wéstern patrio, particular engendro al que ya nos hemos referido más de una vez y que consistió en aclimatar los estereotipos más habituales de las películas del Oeste a la imagen romántica del bandolero decimonónico. Como resultado, los Winchester son reemplazados por trabucos; el saloon, por una tasca y los indios, por franceses. El caso era que hubiese tiros y caballos que asegurasen el espectáculo, amén de un similar paisaje montaraz.
Juan Lucas (Fernando Rey) es atendido por Ana (Marie Déa) |
Fernando Rey es el tal Juan Lucas, bandido en Sierra Morena, pero que logra redimirse como miembro destacado de la guerrilla que acabará enamorándose de la hija de un conde. Tiene guasa, por cierto, que, al entablar conversación con la susodicha, presuma de ardor patriótico diciéndole aquello de: "Piense que en mi trabuco llevaré la bala de la justicia. Y el francés que está en Madrid antes se las verá conmigo y mi banda..." Guasa porque la actriz que interpreta a la bella Ana Romero de los Viejos era precisamente de aquel país: Marie Déa, quien trabajaría al año siguiente a las órdenes de Cocteau en su versión del mito de Orfeo.
Comoquiera que sea, la película posee un innegable ritmo narrativo merced al talento del prolífico Rafael Gil, director todoterreno que siempre supo sacar el mejor partido de sus intérpretes, así como de los temas que le tocaron en suerte, ya fuesen intrascendentes comedias contemporáneas o recreaciones a medio camino entre lo folclórico y lo histórico en las que, como aquí, se mezclaba la Guerra de Independencia con el contrabando de mercancías en Gibraltar como telón de fondo.
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