lunes, 25 de diciembre de 2017

Las que tienen que servir (1967)




Director: José María Forqué
España, 1967, 79 minutos

Las que tienen que servir (1967)


"Como es evidente estamos en España..." Es la voz de Alfredo Landa la que nos habla sobre un fondo jazzístico notable de Antón García Abril acompañando imágenes de un partido de béisbol. Sin embargo, no todo es tan obvio. Como que hoy hace justo cuarenta años que falleció Chaplin y no vamos a comentar ninguna película del genial artista. No, no: la cosa queda mucho más cerca, aunque se remonte a una década antes. 

Las que tienen que servir es uno de esos títulos recurrentes en espacios de la televisión pública como Cine de barrio; una españolada en toda regla, vaya. Y que hoy, entre los efluvios del cava y demás excesos gastronómicos propios de estas fechas, nos hemos tragado de pe a pa (porque siempre hay una primera vez para todo y esta noche le ha tocado a este clásico del denominado cine de consumo).

Francisca (Amparo Soler Leal) y Juana (Concha Velasco)

De entrada, hay que decir que antes de largometraje de la factoría Dibildos dirigido por Forqué con fotografía de Cecilio Paniagua (que no es moco de pavo) había sido exitosa comedia teatral escrita por Alfonso Paso. Por lo que no es de extrañar que la fórmula volviese a funcionar en taquilla cinco años más tarde: dos criadas al servicio de los americanos de Torrejón, con sendos novios autóctonos (a cuál más bruto y machista: Antonio el del motocarro y Lorenzo el huevero) y otros tantos pretendientes yanquis. Hay también un dentista catalán interpretado por Saza, casado con una teniente estadounidense y que prefigura, en cierto modo, el personaje que le haría célebre en La escopeta nacional (1978).

Pero lo que más llama la atención de la película, y que peor ha resistido el paso del tiempo, es esa cocina "ultramoderna" color gris metalizado, con aspecto de cabina de nave espacial, repleta de botones, pitidos, lucecitas y portezuelas que se abren y se cierran automáticamente para guisar los alimentos en el acto. En realidad, se trata de una visión paródica de los avances tecnológicos que puede encontrarse igualmente en el cine de Hollywood (piénsese, por ejemplo, en el similar aspecto que presenta la computadora que lleva de cabeza a Katharine Hepburn y Spencer Tracy en Su otra esposa, Desk Set, 1957).


No hay comentarios:

Publicar un comentario