Título orginal: Yi dai zong shi
Director: Wong Kar Wai
Hong Kong, 2013, 122 minutos
The Grandmaster (2013) de Wong Kar Wai |
Cuentan los libros de historia que, allá por el siglo XVII, el poeta Luis de Góngora se retiró al final de sus días a su Córdoba natal, quizá cansado de no medrar en la corte y de tanta lisonja estéril. Esas mismas crónicas explican también que fue precisamente en el recogimiento de su refugio andaluz donde Góngora alumbró sus versos más arriesgados, aquellos que le han valido la fama de poeta oscuro por lo embrollado de su estilo.
Quienes lo acusaron de culterano (entonces era un insulto) no podían concebir que en sus Soledades se alcanzasen semejantes cotas de complejidad a lo largo de más de dos mil versos para desarrollar un argumento tan sumamente escueto: un joven náufrago llega a la playa de una isla, es acogido por unos pastores y acaba acudiendo a un casamiento. "¡Y para eso tanto artificio!" debieron pensar. No entendieron que lo importante no estaba en el contenido (apenas un pretexto) sino en el placer de llevar el lenguaje a sus extremos, recreándose en los límites de la palabra.
Pido disculpas por semejante exordio, pero ante una película tan abrumadoramente barroca como la que me dispongo a comentar resulta inevitable, a la par que irresistible, comparar a un director de Hong Kong con el "Príncipe de las Tinieblas". Dirigida por Wong Kar Wai, The grandmaster está basada en la vida de Ip Man, célebre principalmente por haber sido el mentor de Bruce Lee. Sin dejar de ser un filme de artes marciales, la película va más allá al mantener las inquietudes recurrentes del autor de Deseando amar y 2046. Como ya ocurriera en el primero de aquellos filmes, The grandmaster vuelve a mostrar el antiguo Hong Kong (la acción arranca en 1936) y nos explica una tenue historia amorosa entre Ip Man y Gong Er que jamás llegará a concretarse, pero sobre la que se construye todo el armazón emocional de la película.
En realidad, dicha trama no es más que una excusa, ya que lo importante es recrearse en lo aparentemente trivial: unas gotas de lluvia, el movimiento de las flores de un cerezo, los elementos que levemente se sincronizan al compás de quienes practican el Kung Fu. The grandmaster demuestra la perspicacia de Wong Kar Wai para esbozar secuencias deslumbrantes y cautivadoras que funcionan tanto en la fiereza de las reyertas como en la poética visión del vetusto Hong Kong o cuando nos muestra la devastación del conflicto entre China y Japón. El cineasta se lleva a su terreno de preciosismo oriental un género a menudo tan ampliamente denostado, y eso supone un gran mérito teniendo en cuenta lo que se suele considerar convencional en este tipo de películas. Góngora, sin lugar a dudas, se habría sentido orgulloso...
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