sábado, 27 de octubre de 2018

Trágala, perro (1981)




Subtítulo: Sor Patrocinio, la monja de las llagas
Director: Antonio Artero
España, 1981, 84 minutos

Trágala, perro (1981) de Antonio Artero


Queréis que el pueblo, / esté aún ciego, / pero son muchos / los que están viendo...

La insólita y ácrata personalidad del aragonés Antonio Artero (Zaragoza, 1936 - Madrid, 2004) era, probablemente, la ideal para llevar a la pantalla un hecho histórico acaecido en 1836, con la primera guerra carlista como trasfondo: el proceso y posterior condena contra la monja Sor Patrocinio (María de los Dolores Quiroga en el mundo), acusada de fingir los estigmas impresos en su cuerpo.

Ya desde el cartel que el genial Iván Zulueta diseñara para la película, queda claro que nos hallamos frente a una obra absolutamente iconoclasta. De hecho, el propio título fue tomado de la célebre canción que los liberales entonaban para vilipendiar a los absolutistas tras el pronunciamiento de Riego y que aquí escuchamos en la voz del añorado José Antonio Labordeta durante los créditos. Los de inicio, por cierto, aparecen sobre aguafuertes procedentes de Los caprichos de Goya, quien también bautizó uno de dichos grabados con el rotundo epígrafe de Trágala, perro.



Para tratarse de un cineasta alternativo y vanguardista, surgido de los cenáculos más radicales de la  mítica Escuela Oficial de Cinematografía, lo cierto es que Artero, en el filme que nos ocupa, moderó su estilo hasta adaptarlo a una caligrafía convencional al servicio de un reparto encabezado por estrellas de la talla de Fernando Rey (que hace de juez inflexible), Amparo Muñoz (la "monja de las llagas") o Lola Gaos (la Madre Superiora).

Tanto visual como temáticamente la propuesta de Artero entronca con lo que algunos años después ensayaría en Francia el hoy revalorizado Alain Cavalier a través de su Thérèse (1986), aproximación minimalista a la vida y milagros de la pequeña Santa Teresa de Lisieux, aunque con la salvedad de que el a veces un tanto olvidado cineasta español se le adelantó un lustro...


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