Título original: Outrage
Directora: Ida Lupino
EE.UU., 1950, 75 minutos
Lo que en apariencia no pasaría de ser una película más de serie B surgida de la factoría RKO encierra, sin embargo, muchos más atractivos de los que a priori pudiera imaginarse. Como el hecho de que fuese dirigida por la actriz Ida Lupino, una de las pocas mujeres que, en el Hollywood de los años cincuenta, logró hacerse un hueco (aunque modesto) en un medio hasta entonces predominantemente masculino.
Por otra parte, Outrage era, además, un título lo suficientemente explícito como para que su temática no pasase desapercibida: si ya hoy en día puede decirse que la violencia sexista recién ha comenzado a saltar a la primera línea de la actualidad informativa, en aquel entonces no sólo resultaba espinoso abordar dicha problemática sino que, en la práctica, era directamente un asunto tabú. De hecho, junto con Belinda (1948) de Jean Negulesco, Ultraje comparte el "honor" de haber sido uno de los primeros filmes que se atrevieron a abordar la violación de una mujer como eje principal de la trama, si bien la palabra es debidamente eludida, usando en su lugar el eufemismo "ataque o asalto criminal".
Son apenas setenta y cinco minutos de metraje, pero de una intensidad dramática tal que hacen de este thriller psicológico un portento en el arte de la dosificación: pocas veces se ha dicho tanto con tan pocos recursos. En realidad, se trata de la misma técnica que la RKO, de la mano del productor Val Lewton, había puesto en práctica una década antes en películas de terror como Cat People de Tourneur, sólo que ahora iba a ser utilizada para trasladar a la pantalla el trauma de la protagonista.
Hay varias escenas que, en relación con lo anterior, son dignas de ser mencionadas. El momento en el que se consuma el abuso, por ejemplo, es de una tensión expresionista memorable: el claxon de un camión inunda con su estruendo la desierta vecindad en plena madrugada, mientras víctima y victimario desaparecen tras el mismo edificio en el que un hombre se asoma a la ventana para... cerrarla. Previamente, una indefensa Ann (Mala Powers) había aporreado en vano los cristales de los bajos en un callejón sin que nadie acudiese en su auxilio, intentando parar después un taxi, aunque con idéntico resultado: en casos como éste, parece decirnos Lupino, la sociedad prefiere mirar hacia otro lado...
Por otra parte, Outrage era, además, un título lo suficientemente explícito como para que su temática no pasase desapercibida: si ya hoy en día puede decirse que la violencia sexista recién ha comenzado a saltar a la primera línea de la actualidad informativa, en aquel entonces no sólo resultaba espinoso abordar dicha problemática sino que, en la práctica, era directamente un asunto tabú. De hecho, junto con Belinda (1948) de Jean Negulesco, Ultraje comparte el "honor" de haber sido uno de los primeros filmes que se atrevieron a abordar la violación de una mujer como eje principal de la trama, si bien la palabra es debidamente eludida, usando en su lugar el eufemismo "ataque o asalto criminal".
Son apenas setenta y cinco minutos de metraje, pero de una intensidad dramática tal que hacen de este thriller psicológico un portento en el arte de la dosificación: pocas veces se ha dicho tanto con tan pocos recursos. En realidad, se trata de la misma técnica que la RKO, de la mano del productor Val Lewton, había puesto en práctica una década antes en películas de terror como Cat People de Tourneur, sólo que ahora iba a ser utilizada para trasladar a la pantalla el trauma de la protagonista.
Hay varias escenas que, en relación con lo anterior, son dignas de ser mencionadas. El momento en el que se consuma el abuso, por ejemplo, es de una tensión expresionista memorable: el claxon de un camión inunda con su estruendo la desierta vecindad en plena madrugada, mientras víctima y victimario desaparecen tras el mismo edificio en el que un hombre se asoma a la ventana para... cerrarla. Previamente, una indefensa Ann (Mala Powers) había aporreado en vano los cristales de los bajos en un callejón sin que nadie acudiese en su auxilio, intentando parar después un taxi, aunque con idéntico resultado: en casos como éste, parece decirnos Lupino, la sociedad prefiere mirar hacia otro lado...
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