Director: José Luis Sáenz de Heredia
España, 1962, 89 minutos
El grano de mostaza (1962) de Sáenz de Heredia |
Hay películas que desde el primero al último de sus planos son del todo redondas. Películas que, como solía decirse antiguamente, fueron rodadas en estado de gracia. El grano de mostaza de Sáenz de Heredia pertenece, sin ningún género de dudas, a dicha categoría.
Tomemos, por ejemplo, a su protagonista: el insignificante propietario de una tienda de antigüedades ("tímido y pusilánime", según nos aclara el propio director en el prólogo) que responde al nombre de don Evelio Galindo. Algo taciturno y más bien mojigato, la solemnidad de su semblante ridículamente serio recuerda al retrato de Azorín pintado por Zuloaga. Un tipo aburrido de costumbres rutinarias que el actor Manolo Gómez Bur supo encarnar a la perfección.
Luego está el arrogante Horcajo (José Bódalo), que es el típico fanfarrón de café, siempre dispuesto a partirse la cara con el más pintado por un quítame allá esas pajas. Todo de boquilla, naturalmente. O el sabelotodo Toledano (Rafael Alonso), ganador de barómetros en Tortosa, "reputado" publicista y liante de tomo y lomo. La galería de secundarios la completan Gracita Morales y Amparo Soler Leal, en el papel de las respectivas esposas, y una cáfila de nombres míticos que van desde Antonio Garisa (camarero en una venta flamenca de carretera) hasta Rafaela Aparicio (empleada del Café Nacional), pasando por el italiano Gustavo Re (Míster Quino), Erasmo Pascual (guardacoches del aeropuerto) o Rafael López Somoza (propietario de la susodicha venta).
Los diálogos, obra del mismo Sáenz de Heredia, son un portento de comicidad, lo mismo que la puesta en escena: la clave para hacer que llegue a buen puerto una screwball comedy bastante sui géneris en la que, como el simple grano de mostaza de la parábola bíblica, todo comienza por culpa de una ficha de dominó. Lo dicen los títulos de crédito, en clara alusión a la Guerra Fría y demás conflictos internacionales, y lo dice el sabiondo Toledano: "Las tonterías gobiernan el mundo desde Adán y Eva. Más tonto que lo de la manzana... Somos muy poca cosa, amigo, y sabemos menos aún. Lo que no logran sabios y políticos lo decide a veces la espina de un besugo."
Luego está el arrogante Horcajo (José Bódalo), que es el típico fanfarrón de café, siempre dispuesto a partirse la cara con el más pintado por un quítame allá esas pajas. Todo de boquilla, naturalmente. O el sabelotodo Toledano (Rafael Alonso), ganador de barómetros en Tortosa, "reputado" publicista y liante de tomo y lomo. La galería de secundarios la completan Gracita Morales y Amparo Soler Leal, en el papel de las respectivas esposas, y una cáfila de nombres míticos que van desde Antonio Garisa (camarero en una venta flamenca de carretera) hasta Rafaela Aparicio (empleada del Café Nacional), pasando por el italiano Gustavo Re (Míster Quino), Erasmo Pascual (guardacoches del aeropuerto) o Rafael López Somoza (propietario de la susodicha venta).
Los diálogos, obra del mismo Sáenz de Heredia, son un portento de comicidad, lo mismo que la puesta en escena: la clave para hacer que llegue a buen puerto una screwball comedy bastante sui géneris en la que, como el simple grano de mostaza de la parábola bíblica, todo comienza por culpa de una ficha de dominó. Lo dicen los títulos de crédito, en clara alusión a la Guerra Fría y demás conflictos internacionales, y lo dice el sabiondo Toledano: "Las tonterías gobiernan el mundo desde Adán y Eva. Más tonto que lo de la manzana... Somos muy poca cosa, amigo, y sabemos menos aún. Lo que no logran sabios y políticos lo decide a veces la espina de un besugo."
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