Título original: Glenn Gould. L'Alchimiste
Director: François Ribadeau
Francia, 1974, 92 minutos
Glenn Gould el alquimista (1974) |
Cineasta, violinista y ahora también escritor, Bruno Monsaingeon es conocido, sin embargo, por haber sido uno de los pocos privilegiados que contó con la suerte de poder tratar en la cercanía al mítico pianista canadiense Glenn Gould (1932-1982). Relación que, según contaba esta tarde en la mesa redonda que ha protagonizado en la Filmoteca de Catalunya, comenzó primero en el plano epistolar antes que en el personal y que daría como fruto el célebre documental para la televisión que ahora comentamos.
Glenn Gould el alquimista muestra a un hombre mucho más afable de lo que la leyenda dice que fue el genial intérprete que, con apenas 32 años, decidió retirarse y no ofrecer más conciertos. De hecho, el propio Monsaingeon lo ha definido como una especie de don Quijote, aparentemente loco en lo que se refiere al comportamiento cotidiano aunque de una coherencia colosal en su discurso.
Bach, Schönberg, Byrd, Wagner, pero también el hoy cuasi olvidado Orlando Gibbons (al que Gould considera su compositor predilecto) forman el nada ortodoxo "repertorio" de un hombre cuyo abrumador dominio del instrumento contrasta con la destartalada silla de la que siempre se acompañó y su peculiar modo de ejecutar, exageradamente inclinado sobre el teclado al tiempo que canturreando las partituras que tocaba de memoria.
Dice Monsaingeon, quien acaba de publicar en la editorial Acantilado Glenn Gould. No, no soy en absoluto un excéntrico, que entre ambos se estableció una particular comunión más allá del tiempo y de la presencia física que aún le lleva a mantener intensas "conversaciones" con él a través de la música. En efecto, ya en vida de Gould, los dos eran capaces de comunicarse durante horas sin mediar palabra, sólo escuchando, por ejemplo, la Sinfonía alpina de Strauss una y otra vez. Algo que el francés comenta ahora entre emocionado y divertido, cuando se cumplen treinta y cinco años de su prematura desaparición y ochenta y cinco de su nacimiento.
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