Director: Imanol Uribe
España, 1996, 81 minutos
«¡Viva España! ¡Induráin!»
Bwana (1996) de Imanol Uribe |
A pesar de su sencillez y de ser una producción de encargo de corte netamente comercial, hay en Bwana diversos aspectos que hacen de ella una película absolutamente entrañable. Quizá porque Andrés Pajares y María Barranco supieron encarnar a la perfección a las clases populares, lo cual le confiere el necesario tono a ras de suelo, dejando a un lado cualquier propósito moralizante o bienintencionado; tal vez porque el debutante Emilio Buale aportó la dosis de credibilidad que requería una historia con la inmigración ilegal y el racismo como telón de fondo.
Sin embargo, buena parte de su encanto ya estaba presente en La mirada del hombre oscuro, la obra de teatro de Ignacio del Moral en la que se basó el guion, aunque la fotografía de Javier Aguirresarobe y la pericia de Imanol Uribe en la dirección contribuyeron de un modo decisivo a que el proyecto fuese premiado en San Sebastián con una Concha de Oro tan inesperada como merecida.
Cierto que la película incurría un tanto en el mito del buen salvaje, si bien lo realmente interesante es cómo Antonio (Pajares) y Dori (Barranco) ven alterados sus esquemas tras conocer a Ombasi (Buale). Sobre todo por la lección de humanidad que les va a dar el muchacho y, como contraste, la mezquindad que, fruto de la ignorancia, acabará determinando el desenlace por parte de la pareja. Con ciertos matices, claro, puesto que tanto el uno como la otra experimentan sucesivas fases de atracción y rechazo hacia el africano.
Y en cuanto al mensaje desengañado que hay detrás de Bwana poco se puede añadir: han pasado más de veinte años desde su estreno y las cosas no han ido a mejor, (si un caso a peor): a las pateras de subsaharianos, hoy se suman los refugiados de Siria o de otros puntos calientes del globo. Pero (y eso es lo grave) la actitud del ciudadano medio, del españolito medio en este caso, tampoco ha cambiado: como Antonio y Dori, la actitud general entre amplios sectores de la población sigue siendo de recelo hacia el extranjero, cuando no de abierta hostilidad, a menudo hostigada por determinados partidos políticos que pretenden beneficiarse electoralmente de ella, desde la reciente entrada de Alternativa para Alemania (AfD) en el Bundestag hasta las medidas antiinmigración de la administración Trump.
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