Directora: Barbara Loden
EE.UU., 1970, 102 minutos
¿Un pez llamado cómo...?
Wanda (1970) de Barbara Loden |
Gran plano general. La diminuta silueta de una mujer avanza en mitad de un desolador paisaje de las afueras de cualquier suburbio industrial de Pensilvania. En la escena anterior la hemos visto siendo increpada por su marido ante el juez por no saber cuidar de sus hijos (la verdad es que su entrada en el juzgado, con retraso, fumando y con los rulos en la cabeza, no tiene desperdicio). Adónde le llevarán sus pasos a partir de ahora es una incógnita que se le irá desvelando al espectador conforme se adentre con ella en una aventura de consecuencias imprevisibles...
Descubierta por Elia Kazan, con quien después se casaría, la actriz Barbara Loden tuvo ocasión de escribir, dirigir e interpretar en 1970 el largometraje Wanda, apenas diez años antes de su prematura muerte a causa de un cáncer de pecho. Es un filme de una belleza conmovedora, en el que la influencia de corrientes europeas como el Free cinema, el cinéma-verité o la propia Nouvelle vague se asimilan con total naturalidad, como rara vez lo hizo el cine independiente americano.
En su huida hacia adelante, Wanda Goronski se dejará arrastrar por los acontecimientos hasta el punto de permitir que hombres indeseables como Norman Dennis (interpretado por Michael Higgins) abusen de su aparente inocencia humillándola de forma sistemática. Quizá por ello Isabel Coixet, en el vídeo de presentación que precede a todas las películas por ella elegidas en el ciclo que la Filmoteca de Catalunya le dedica estos días, se refiera a Wanda como una mujer perdida que, a fuerza de ser pusilánime, "acaba por caernos mal". Tal vez sea esta una forma exagerada o directamente equivocada de entender al personaje, pero lo que sí es cierto es que su actitud llega a desconcertar por no rebelarse ante las vejaciones a que se ve sometida. Puede que en la conducta de Wanda intervengan factores de tipo masoquista o autodestructivo. O puede que simplemente sea víctima de alguna variedad de enajenación mental transitoria.
En todo caso, sea debido a lo que fuere, lo cierto es que se verá mezclada en lances tan dispares como el atraco a un banco o una misteriosa visita a las catacumbas. Hasta le robarán sus pertenencias en un cine en el que se queda dormida viendo una película de Raphael (El golfo, 1969).
Descubierta por Elia Kazan, con quien después se casaría, la actriz Barbara Loden tuvo ocasión de escribir, dirigir e interpretar en 1970 el largometraje Wanda, apenas diez años antes de su prematura muerte a causa de un cáncer de pecho. Es un filme de una belleza conmovedora, en el que la influencia de corrientes europeas como el Free cinema, el cinéma-verité o la propia Nouvelle vague se asimilan con total naturalidad, como rara vez lo hizo el cine independiente americano.
En su huida hacia adelante, Wanda Goronski se dejará arrastrar por los acontecimientos hasta el punto de permitir que hombres indeseables como Norman Dennis (interpretado por Michael Higgins) abusen de su aparente inocencia humillándola de forma sistemática. Quizá por ello Isabel Coixet, en el vídeo de presentación que precede a todas las películas por ella elegidas en el ciclo que la Filmoteca de Catalunya le dedica estos días, se refiera a Wanda como una mujer perdida que, a fuerza de ser pusilánime, "acaba por caernos mal". Tal vez sea esta una forma exagerada o directamente equivocada de entender al personaje, pero lo que sí es cierto es que su actitud llega a desconcertar por no rebelarse ante las vejaciones a que se ve sometida. Puede que en la conducta de Wanda intervengan factores de tipo masoquista o autodestructivo. O puede que simplemente sea víctima de alguna variedad de enajenación mental transitoria.
En todo caso, sea debido a lo que fuere, lo cierto es que se verá mezclada en lances tan dispares como el atraco a un banco o una misteriosa visita a las catacumbas. Hasta le robarán sus pertenencias en un cine en el que se queda dormida viendo una película de Raphael (El golfo, 1969).
Barbara Loden es Wanda |
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