miércoles, 27 de mayo de 2015

Qué extraño llamarse Federico (2013)











Título original: Che strano chiamarsi Federico
Director: Ettore Scola
Italia, 2013, 90 minutos



La hoguera pone al campo de la tarde,
unas astas de ciervo enfurecido.
Todo el valle se tiende. Por sus lomos,
caracolea el vientecillo.

El aire cristaliza bajo el humo. 
¿Ojo de gato triste y amarillo?
Yo en mis ojos, paseo por las ramas.
Las ramas se pasean por el río.

Llegan mis cosas esenciales.
Son estribillos de estribillos.
Entre los juncos y la baja tarde,
¡qué raro que me llame Federico!
Con estos versos de Federico García Lorca recitados en un castellano ligeramente macarrónico comienza la última película del italiano Ettore Scola. Y lo hace también con una bella estampa del otro Federico (Fellini), sentado en su butaca de director frente al mar. A lo largo de hora y media se recreará su singladura por la capital italiana desde que llegara a ella con apenas 19 años, repleto de ilusiones y dispuesto a integrarse en la redacción del semanario satírico Marco Aurelio. Una Roma a la que poco tiempo después llegará el propio Scola, cuyo destino se irá cruzando inevitablemente con el del maestro de Rímini a lo largo de los años.
La banda sonora de Andrea Guerra intentará recrear el estilo del compositor italiano por antonomasia: el Nino Rota que puso música a las obras maestras de Fellini con partituras igualmente geniales. Así, los ecos de Ocho y medio (1963), Amarcord (1973) o Casanova (1976) irán y vendrán de forma recurrente. También se incluyen imágenes de archivo, algunas inéditas, que muestran a Fellini en su plató predilecto de Cinecittà o en compañía de algunos de sus actores fetiche: Mastroianni, Gassman, la imponente Anita Ekberg... Por cierto que, y esto es otro nexo común entre homenajeador y homenajeado, algunos de ellos también intervendrían en películas de Ettore Scola.
En ocasiones, son extractos de declaraciones de Fellini lo que acompaña a las imágenes. De manera que la voz del personaje real acompaña a los dobles de Fellini y Scola en su particular odisea nocturna, frecuentando las afueras y a las meretrices romanas.
Cuando el director de La dolce vita (1960) fallece en 1993, varios carabinieri flanquean su féretro en la capilla ardiente. Es un fin digno de los filmes de Fellini, aunque Ettore Scola ha preferido imaginar un desenlace alternativo. Quizá de esta manera, Qué extraño llamarse Federico logra emparentar con el estilo visual del amigo al que rinde un sentido homenaje.




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