Título original: The Hearts of Age
Directores: William Vance, Orson Welles
EE.UU., 1934, 8 minutos
El primer cortometraje dirigido por Orson Welles muestra una escena de ambiente colonial. Doblan las campanas, una mano de mujer se aferra a la cruz de mármol de un sepulcro... Una señora mayor (interpretada por Virginia Nicolson, la primera esposa de Welles) se sienta a horcajadas sobre una campana mientras que un hombre con la cara negra, peluca y librea tira de la cuerda de la misma. Desde una puerta superior emerge un anciano (el propio Orson), ataviado como un dandi, quien inclina su sombrero de copa hacia la mujer en señal de saludo mientras camina por las escaleras sonriente. Otros dejan la misma puerta y caminan por las mismas escaleras: un hombre harapiento, un policía y, en varias ocasiones, el mismo dandi. El hombre con la cara negra se ahorca; el dandi sigue sonriendo. En la oscuridad, toca el piano. Quizá sea la personificación de la Muerte. Finalmente, extraerá un cartel en forma de lápida donde se pueden leer las palabras The End.
Siendo más que evidente la influencia vanguardista del expresionismo alemán, parece ser que la intención de Orson Welles en esta su primera experiencia cinematográfica no era otra sino parodiar La sangre de un poeta de Jean Cocteau (1932). Él siempre le quitó importancia, refiriéndose a este corto como un simple pecadillo de juventud y poco más: apenas un pasatiempo rodado en un par de horas una tarde de domingo. De todas formas, como señaló Esteve Riambau en la presentación en la Filmoteca de Catalunya, es obvio que la afirmación de Orson Welles de haber aprendido lo que sabía de cine viendo varias veces La diligencia de John Ford (1939) no es del todo cierta: en The Hearts of the Age, por más divertimento que fuese, se aprecia la impronta de Un chien andalou (1929) o El gabinete del Doctor Caligari (1920).
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