Título original: Compulsion
Director: Richard Fleischer
EE.UU., 1959, 103 minutos
En el año del centenario de Orson Welles, sería un error centrarse exclusivamente en su faceta de realizador y no prestar igual atención a sus inmensas dotes como actor. Aunque a menudo lo hiciera como puro trabajo alimenticio, cierto, siempre logró otorgar a sus caracterizaciones una fuerza remarcable. Aun cuando frecuentemente su aparición se hiciese esperar: es lo que sucede en El tercer hombre (1949) y en Impulso criminal (1959). En esta última, Welles no hará acto de presencia hasta... ¡el minuto 65 de película!
Ambientada en Chicago en 1924, Impulso criminal se basa en el mismo hecho real que La soga (1948) de Hitchcock: el crimen de Leopold y Loeb. Dos brillantes y adinerados jóvenes estudiantes de Derecho (interpretados por Dean Stockwell y Bradford Dillman, respectivamente) creen haber cometido el crimen perfecto. Una vez detenidos e inculpados (por culpa de unas gafas que "la mano de Dios" hizo que perdiera uno de ellos en la escena del crimen), el abogado Jonathan Wilk (Orson Welles) será el encargado de su defensa y de evitar que se les condene a muerte.
En la ciudad, hay quien acusa a Wilk de ateo (el Ku Klux Klan intenta intimidarlo, por ello, quemando una cruz a las puertas de su casa), pero él se muestra impávido. Es un hombre tranquilo que dice llevar ejerciendo la abogacía durante 45 o 46 años (Welles, en realidad, solo tenía 43 en ese momento...) Igual de impertérrito seguirá durante el juicio: la fuerza de sus argumentos reposa en su voz grave y profunda, haciéndose evidente (una vez más, si cabe) que Orson Welles había destacado en el mundo de la radio en los inicios de su carrera.
Stockwell, Dillman y Welles: ganadores del premio de interpretación en Cannes |
Como era habitual en él, Welles prefirió sustituir su nariz por una postiza |
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