jueves, 26 de marzo de 2015

Las mil y dos tretas (1915)












Título original: Tysyacha vtoraya khitrost
Director: Evgenii Bauer
Rusia, 1915, 18 minutos



A través de la cerradura...

En el plano inicial, vemos al anciano marido (interpretado por S. Rassatov) sentado a la mesa de su estudio hojeando un libro que a continuación mostrará a la cámara: 1001 tretas de mujeres (instrucciones para viejos maridos). Se trata de un raído manual compilado por un tal Abracadabra. Tras consultar la artimaña número 78, el venerable esposo procede a espiar a su mujer a través del ojo de la cerradura de su tocador. La silueta de la joven esposa (Lina Bauer, casada en la vida real con el director de la película) aparece recortada en pantalla como si la estuviéramos viendo a través de los ojos de su marido.

Mediante carantoñas que usa como ardid, la mujer intenta engatusarlo. Pero él se mofa aduciendo uno de los consejos de su libro que aparece sobreimpresionado en la pantalla: "El hombre sabio nunca hace promesas sin conocer antes la petición". Pero cuando ella decide arreglarse y salir a la calle él corre tras su mujer para controlarla. Nada más salir, lucirá sus piernas ante un regocijado barrendero y después hará lo propio con un ufano empleado de correos. Ambos serán sucesivamente increpados por el marido enfurecido, a lo cual ambos hombres responden con sus risas burlonas. Pero cuando la esposa se detiene frente a un escaparate entonces será ella la que se enfade ante la negativa del marido de comprarle el capricho que le pide.



El manual de la discordia

Ya de vuelta en casa, ella aprovechará una siesta del esposo para introducir a su amante (encarnado por Sergei Kvasnitskii) en la habitación contigua. En pleno flirteo, el anciano despierta y ella obliga al amante a esconderse en el armario. Colérico, el marido busca al intruso. Mas cesará en su empeño cuando la mujer le haga "comprender" que, por culpa del dichoso libro, se está volviendo un maniático desconfiado. Él lo tira al suelo al sentir que se ha quitado un peso de encima y abandona la sala dando saltos de alegría. La mujer libera entonces al amante de su encierro en el armario y celebra haber descubierto una treta nueva para engañar a su crédulo marido: la número 1002...

Por lo desenfadado e incluso atrevido de su argumento, esta comedia de Bauer (probablemente, el cineasta más destacable de la Rusia prerevolucionaria) parece anticiparse al famoso toque Lubitsch. Alternativamente, los personajes se burlan los unos de los otros, si bien al final acabará triunfando la astucia femenina, contra la que nada puede hacer el consabido manual.


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