miércoles, 1 de abril de 2020

El jorobado de Notre Dame (1923)




Título original: The Hunchback of Notre Dame
Director: Wallace Worsley
EE.UU., 1923, 96 minutos

El jorobado de Notre Dame (1923)
de Wallace Worsley

Si nosotros, hombres de 1830, pudiésemos mezclarnos idealmente con aquellos parisienses del siglo XV y pudiésemos entrar en aquella inmensa sala del palacio, se nos presentaría un interesante y agradable espectáculo y no veríamos a nuestro alrededor más que cosas que, de puro antiguas, nos parecerían muy nuevas.

Victor Hugo
Nuestra Señora de París
Traducción de Javier Costa Clavell

Ávida de situarse a la altura de las grandes majors hollywoodenses, la Universal de Carl Laemmle abordaba uno de sus proyectos más ambiciosos al adaptar el clásico de Victor Hugo Notre-Dame de Paris. Y lo hacía de la mano del productor ejecutivo Irving Thalberg, una de las cabezas más lúcidas que alumbraron los tiempos pasados y venideros (por lo menos en lo que al ámbito cinematográfico se refiere).

Con sus decorados monumentales y su profusión de extras, The Hunchback of Notre Dame era el vehículo ideal para el lucimiento del actor Lon Chaney, quien, adoptando una de las mil caras que lo harían célebre, se metamorfoseó en el contrahecho Quasimodo mediante el habitual repertorio de aderezos y maquillaje.



Visión idealizadamente romántica del medievo más tenebroso, las luchas de poder entre los diferentes estratos sociales que pugnan en torno a la codiciada Esmeralda (Patsy Ruth Miller) influyeron enormemente, sin embargo, en un filme futurista como Metrópolis (1927), superproducción dirigida por Fritz Lang para los estudios UFA que los alemanes realizaron, con la intención de distribuirla en el mercado americano, tomando como modelo lo que se estaba haciendo al otro lado del Atlántico.

No obstante, y volviendo al personaje central, ni Charles Laughton en la versión del 39 ni Anthony Quinn en la del 56, pese a llevar a cabo interpretaciones notables, lograron igualar la fuerza expresiva que Lon Chaney supo insuflarle al campanero a base de exagerados ademanes y la característica gesticulación de los filmes mudos. Una implicación, la suya, que le acarreó no pocos problemas de salud, toda vez que el armazón ortopédico que propiciaba su apariencia gibosa o las lentes con las que modificó el aspecto de sus ojos le causarían daños irreversibles.


6 comentarios:

  1. Una de las mejores versiones de la novela de Victor Hugo, con Lon Chaney en plena forma, esta vez sin su director favorito, Tod Browning. Recuerdo la crítica contra el gobierno y el odio a la imprenta, que permitiría a la plebe ser más culta, en contra de los intereses de los más poderosos.
    Saludos, Juan, y a cuidarse mucho!!

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    1. Hola, Fernando:

      Sin duda se trata de una obra maestra. Aunque el detalle de la imprenta no es de esta versión, sino que pertenece a la del año 39, dirigida por William Dieterle.

      Cuídate tú también y hasta pronto.

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    2. Totalmente cierto, hace tiempo que las vi y confundí una con otra.
      Saludos.

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    3. Tranquilo, hombre: es inevitable confundirnos tratándose de filmes que explican la misma historia.

      Hasta pronto.

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  2. Hola Juan!
    Una autentica joya sin lugar a dudas. Me meto en la historia hasta el cuello, no se si es debido al extraordinario nivel de producción e interpretación (lo de las secuelas de Chaney fue muy serio...) pero el grado de realismo es sorprendente.
    Saludos!

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    1. Me alegro de que te haya gustado, Fran: yo también siento debilidad por estas perlas del cine mudo.

      Un abrazo.

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