Título original: Voyage à travers le cinéma français
Director: Bertrand Tavernier
Francia, 2016, 190 minutos
Francia, 2016, 190 minutos
Cuando Bertrand Tavernier visitó Barcelona en junio del año pasado, le había quedado pendiente mostrar la que de momento es su última película: un monumental "viaje a través del cine francés", de más de tres horas de duración, cuyo preestreno oficial ha tenido lugar esta tarde/noche en la Filmoteca de Catalunya. Y el propio realizador, acompañado de Esteve Riambau, ha introducido el acto, precisamente hoy que cumple setenta y seis años.
Por el tono apasionado de sus palabras se desprende que para Tavernier pocas experiencias debe de haber más satisfactorias que la puramente cinematográfica. Desde la primera película que recuerda que le impactó (Dernier atout de Jacques Becker) hasta la última que comenta en su documental: Les choses de la vie (1970) de Claude Sautet. Todo en él destila un amor desaforado hacia el medio de expresión que supuso su educación sentimental, en el Lyon de finales de los cuarenta y, tiempo después, en un París en el que su vida girará en torno a la cinémathèque y a otras salas ya desaparecidas.
Se disculpa por las omisiones (a fin de cuentas, el suyo es un periplo profundamente personal) y de entre la pléyade de estrellas objeto de su atención destaca una en particular: la de aquel Jean Gabin que fue capaz de comprometerse hasta las últimas consecuencias con los valores del Frente Popular. Hay también palabras de elogio para Jean-Pierre Melville, al que pinta como un personaje tan entrañable como estrafalario. No así Renoir, quien a pesar de su genialidad parece ser que coqueteó con el régimen de Vichy.
Mención especial merecen los compositores de bandas sonoras, cuyo trabajo, a menudo injustamente olvidado, se reivindica aquí como uno de los puntales del cine francés. Así pues, los nombres de Georges Auric (en opinión de Tavernier, precursor de Morricone en partituras como El salario del miedo), Arthur Honegger, Antoine Duhamel, Georges Delerue... irán desfilando para dar cumplida noticia de lo más granado de sus respectivas filmografías. Aunque el cineasta considere a Joseph Kosma (1905–1969) el más francés de todos, a pesar de haber nacido en Hungría.
Y ante tanto derroche de erudición cinéfila uno no tiene más remedio que preguntarse: ¿hasta cuándo habrá que esperar a que alguien se digne a hacer algo similar con el cine español...?
Por el tono apasionado de sus palabras se desprende que para Tavernier pocas experiencias debe de haber más satisfactorias que la puramente cinematográfica. Desde la primera película que recuerda que le impactó (Dernier atout de Jacques Becker) hasta la última que comenta en su documental: Les choses de la vie (1970) de Claude Sautet. Todo en él destila un amor desaforado hacia el medio de expresión que supuso su educación sentimental, en el Lyon de finales de los cuarenta y, tiempo después, en un París en el que su vida girará en torno a la cinémathèque y a otras salas ya desaparecidas.
Se disculpa por las omisiones (a fin de cuentas, el suyo es un periplo profundamente personal) y de entre la pléyade de estrellas objeto de su atención destaca una en particular: la de aquel Jean Gabin que fue capaz de comprometerse hasta las últimas consecuencias con los valores del Frente Popular. Hay también palabras de elogio para Jean-Pierre Melville, al que pinta como un personaje tan entrañable como estrafalario. No así Renoir, quien a pesar de su genialidad parece ser que coqueteó con el régimen de Vichy.
Durante el rodaje en la biblioteca de la Fundación Jérôme Seydoux-Pathé |
Mención especial merecen los compositores de bandas sonoras, cuyo trabajo, a menudo injustamente olvidado, se reivindica aquí como uno de los puntales del cine francés. Así pues, los nombres de Georges Auric (en opinión de Tavernier, precursor de Morricone en partituras como El salario del miedo), Arthur Honegger, Antoine Duhamel, Georges Delerue... irán desfilando para dar cumplida noticia de lo más granado de sus respectivas filmografías. Aunque el cineasta considere a Joseph Kosma (1905–1969) el más francés de todos, a pesar de haber nacido en Hungría.
Y ante tanto derroche de erudición cinéfila uno no tiene más remedio que preguntarse: ¿hasta cuándo habrá que esperar a que alguien se digne a hacer algo similar con el cine español...?
Tavernier en el solar que ocupó la casa de sus padres en Lyon |
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