martes, 11 de abril de 2017

La paz empieza nunca (1960)




Director: León Klimovsky
España, 1960, 118 minutos



A mí no me pasa lo que a mi fabuloso paisano Don Quijote de la Mancha, que era de un lugar de cuyo nombre no se acuerda la Historia. Yo he nacido en la Mancha baja, donde terminan los campos de vides, sobre las tierras rojizas y esponjosas, y empieza Sierra Morena.

Emilio Romero
La paz empieza nunca

Pocas películas tan moralmente reprobables como ésta se llegaron a filmar durante el franquismo. Porque si ya la novela homónima de Emilio Romero en la que se basaba era un claro panfleto en favor del ideario falangista, la adaptación que de La paz empieza nunca dirigiera el argentino León Klimovsky pretendía arrojar la idea de reconciliación nacional cuando lo que las imágenes mostraban en puridad era una operación perfectamente planificada de exterminio de los maquis asturianos.

De entrada hay que señalar que los diálogos del filme adolecen de una parcialidad subrayada constantemente por referencias del todo forzadas a la guerra civil. Esa falta de naturalidad lastra de un modo definitivo el normal desarrollo de la acción, puesto que ni los propios actores parecen creerse lo que están diciendo.

Incurre también, pero ello ya está presente en la novela, en el topicazo folletinesco de la descarriada, siendo Pura (Carmen de Lirio) la mujer de mala vida que intenta reformarse ayudando a López en los momentos críticos del conflicto bélico y, en cambio, Paula (Concha Velasco) la cándida paloma que seguirá el camino inverso al corromperse ejerciendo la prostitución como consecuencia de los avatares de la guerra.

De todas formas, hay que reconocerle a Klimovsky el haber dotado a la película de una eficaz estructura circular (no en vano, se trata de una superproducción rodada en Cinemascope), así como de un cierto tono de desencanto que se hace patente al confundir a López (Adolfo Marsillach) con la multitud anónima de la gran ciudad.

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