miércoles, 13 de julio de 2016

Tocata y fuga de Lolita (1974)




Director: Antonio Drove
España, 1974, 88 minutos

Tocata y fuga de Lolita (1974)
de Antonio Drove


Decía José Luis Dibildos que, en el año 2000, las películas que él mismo estaba produciendo a principios y mediados de los setenta bajo la denominación de Tercera vía iban a servir de documento histórico para poder interpretar cómo era la España de aquel entonces. Y no le faltaba razón, puesto que, vistos hoy en día, títulos como Españolas en París, Vida conyugal sana o Los nuevos españoles arrojan un interesante fresco de lo que se cocía en la sociedad predemocrática inmediatamente anterior a la Transición.

Eso mismo podría decirse de Tocata y fuga de Lolita, primer largometraje dirigido por Antonio Drove y que contó con la participación, entre otros, de Arturo Fernández (Carlos), Laly Soldevila (Merche), Amparo Muñoz (Lolita), Paco Algora (Nicolái) y la británica Pauline Challoner (Ana).

Con un toque de comedia en la línea de las españoladas al uso, no deja de ser curioso, al mismo tiempo, la utilización que se hace de la ironía para introducir un cierto mensaje crítico, como se aprecia nada más empezar a través de una advertencia tan cáustica como estrambótica:

Todos los personajes de esta historia son imaginarios. ¡Y no sólo eso!, sino que no representan a ninguna generación ni grupo ni actitud ideológica. Se representan sólo a sí mismos. Aunque en nuestro país, afortunadamente, no somos nada susceptibles, bueno está advertirlo, por si algún escandinavo se da por aludido.

Lo cierto es que puede resultar un tanto complicado explicarle a quien no vivió bajo la dictadura franquista qué era un "procurador en cortes por el Tercio familiar", pero, resumiendo bastante, diríamos que vendría a ser una especie de sucedáneo parlamentario con el que se intentaba emular lo que actualmente son los diputados del Congreso. He ahí el cargo al que aspira don Carlos Villar, viudo y economista, para lo cual se prepara mediante una minuciosa campaña de imagen muy al estilo americano. Pero a pesar de sus esfuerzos (y el de sus asesores) por presentarse como un candidato jovial y moderno, la principal batalla la va a librar en el seno de su propia familia.

Su hija Lolita (el nombre no es fruto del azar) ha decidido irse de casa, para preocupación de su padre y escándalo de su tía Merche. Pero como Carlos pretende ser un hombre de su tiempo, en lugar de formar un escándalo o actuar despóticamente, acaba optando por ir de colega con Lolita y sus amigos, lo cual va a ser a menudo contraproducente...

Si, por una parte, Tocata y fuga de Lolita acertaba a plasmar el cambio generacional que se estaba produciendo en nuestra sociedad, con las incongruencias y la hipocresía de una clase en el poder (la de Carlos), que no siempre practicaba con el ejemplo lo que predicaba, y otra emergente (la de los jóvenes), que aspiraba a la ruptura democrática cuando no a la liberación de costumbres, su desenlace, en cambio, peca bastante de conformista, con el bueno de Nicolái ya bien afeitado y uniformado a punto de enrolarse en el Ejército del aire. Eso era, al fin y al cabo, la Tercera vía del cine español: reflejar una cierta apertura, aunque sin pasarse. En todo caso, lo positivo es que Carlos acaba acatando la opción de vida de la hija, al tiempo que ésta asume que su mejor amiga será la pareja de su padre, lo cual ya es mucho, desde luego.


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