martes, 12 de julio de 2016

Irrational Man (2015)




Director: Woody Allen
EE.UU., 2015, 95 minutos

Irrational Man (2015) de Woody Allen


No hay nada peor que un americano superficial intentando parecer profundo. Si partimos de dicha premisa habría que cargarse la mayor parte de películas de Woody Allen. Y, sin embargo, no se puede negar el encanto que tienen todas ellas, hasta las que le salen menos redondas. De todas formas, y puestos a criticar, ¿acaso ha existido alguna vez esa burguesía ilustrada que en sus últimas entregas insiste en retratar una y otra vez? En Francia puede que sí, ¿pero en el mundo anglosajón? Bien, no importa: aceptemos que el cine de Woody Allen no es realista y asunto resuelto. Ahora ya no tiene nada de extraño que sus personajes lean a Dostoievski o que se comporten como si hubiesen salido de un drama de Chéjov.

Tampoco que se interesen por la filosofía: sobre todo si el prototipo de profesor es un Joaquin Phoenix que se mola a sí mismo más que nunca, alcohólico, garañón en horas bajas (lo cual no es óbice para que una profesora y una alumna caigan rendidas a sus pies) y asesino aficionado. Por cierto que este hombre irracional en la película responde al nombre de Abe, pero eso es lo de menos. Lo principal es que ni él ni el argumento poseen la más mínima verosimilitud. Ni maldita la falta que hace: ¡a ver si uno no puede permitirse el lujo de ser Woody Allen!

A decir verdad, siempre será mejor una peli americana en la que se cite a Kant o a Kierkegaard, aunque los citen mal (no se puede tener todo), que no una de esas de tiros, explosiones y clímax cada treinta segundos. Así que a ver quién se atreve a decir que Irrational man no vale la pena, con ese campus universitario que parece una urbanización de chalés adosados y unos estudiantes que no estudian (valga la rebuznancia, pero es que los vemos más en escenas de bar, cócteles o equitación que no hincando los codos).

Bueno. Y ahora llega el momento del spoiler, así que tápense los oídos: si narrativamente Irrational man se estructura en secuencias comentadas por la voz en off de los protagonistas y sabemos que Abe se acaba cayendo por el hueco del ascensor (en este caso, parafraseando la frase que nunca dijo Chéjov, no es un clavo sino una linterna el elemento que facilita el desenlace), ¿cómo debemos interpretar el hecho de que el profesor sea uno de los narradores? Varias son las opciones que podemos barajar al respecto, a saber:

a) Que la película la narra (parcialmente) un difunto, al estilo de El crepúsculo de los dioses (Sunset Boulevard) de Billy Wilder. O...

b) Que, en realidad, Abe no muere a pesar del tremendo cebollazo o que sí que la diña pero que, en fin, no importa la incongruencia porque se trata de darle a la conclusión un toque tragicómico. Total: si tampoco nadie se traga que alguien como Abe pueda ser profesor de filosofía ni que mate a un juez...

Pues nada: esto es lo que hay. Esperando que Woody Allen vuelva a ser algún día el humorista que solía y que se canse ya de una vez de interpretar al intelectual que en realidad nunca fue, nos despedimos de vosotros hasta la próxima, no sin antes desearos buenas noches (si leéis esto por la noche) o buenos días (si lo hacéis cuando os dé la gana).

Roy ( Jamie Blackley) y Jill (Emma Stone) reciben
las instrucciones del maestro durante el rodaje

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