miércoles, 8 de enero de 2020

El gran dictador (1940)




Título original: The Great Dictator
Director: Charles Chaplin
EE.UU., 1940, 125 minutos

El gran dictador (1940) de Charles Chaplin


¿Qué decir, sin caer en obviedades, de un clásico tan rotundo e incuestionable como éste? Porque Chaplin es al cine lo que a la música fue Mozart: esencia de un arte que, para alcanzar su cima, no precisa de grandes ingredientes —ya sea en forma de brochadas o de sartenazos— más allá de la innata vis cómica de un genio.

Con El gran dictador, Charlot abraza definitivamente su vertiente sonora, pese a que no renuncia a resucitar al eterno vagabundo en algunas escenas, metamorfoseado ahora en humilde barbero judío. Sin embargo, es la parodia del máximo dirigente nazi lo que representa el motor de la acción: "Hitler me ha copiado el bigote", parece ser que dijo el artista, aunque, en estos casos, ya se sabe que lo que no es tradición es plagio. Y esta película, como todo lo relacionado con su creador, nació predestinada a convertirse en leyenda.

"Emperor of the World..."

Son varios los momentos del filme que quedarán para la posteridad y citarlos es casi innecesario: Astolfo Hynkel jugando a su antojo con el globo terráqueo; él y Napaloni compitiendo por alargar sus respectivas sillas unos centímetros más que la de su homólogo; el alemán macarrónico del líder de Tomania, capaz de hacer temblar hasta a los micrófonos… Nada nuevo, en realidad, o que no estuviera ya presente en anteriores entregas claplinescas (la Nonsense song del punto culminante de Tiempos modernos, por ejemplo, se basaba en esa misma habilidad de hacerse entender aun utilizando palabras inventadas).

Por último, todo lo que se diga es poco para encomiar el memorable discurso final en el que, rompiendo la cuarta pared, el actor se olvida durante unos instantes de que lo es para, con la mirada fija en la cámara, interpelarnos a base de diatribas tan elocuentes como: “Nuestro conocimiento nos ha hecho cínicos. Nuestra inteligencia, duros y secos. Pensamos demasiado y sentimos muy poco…” O incluso: “Luchemos por el mundo de la razón. Un mundo donde la ciencia, donde el progreso, nos conduzca a todos a la felicidad.” Ni que decir tiene que semejante invectiva pacifista fue prohibida en medio mundo (en España, de hecho, no se estrenaría hasta abril de 1976…), razón más que suficiente para corroborar la fuerza de unas palabras que, hoy como ayer, mantienen intacto su ímpetu arrolladoramente humanista.


6 comentarios:

  1. Hola Juan!
    Perfectamente resumido el espiritu y la grandeza de esa maravilla de pelicula. Poco que añadir a tu buena reseña.
    Me alegra que hagas especial incapie en ese discurso, no se pero ese mensaje en cierto modo me recuerda al "Imagine" de Lennon.
    Por cierto, esta fue la segunda peli clasica despues de "El mago de Oz"(1939) que le puse a mi hijo siendo un niño. Haberle contagiado el amor al cine es una de las cosas de las que me siento mas orgulloso.
    Saludos!

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    1. Pues me citas dos de mis pelis preferidas, Fran. Yo no tengo hijos, pero sí muchos alumnos a quienes les proyecto ambas cada año, con la misma sana intención que mencionas: contagiarles el amor al Cine.

      Gracias por tu comentario.
      Saludos

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  2. es verdad, que se puede decir de Chaplin hoy. Un peliculón por donde se lo mire, quizá mi segunda favorita de el que ya es decir mucho. En verdad amo a Charles asì que no puedo ser ni siquiera un poco imparcial.

    Yo también como Fran inculque su cine a mis hijas. Saludos!!

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    1. Lo cual demuestra dos cosas, JLO: que tienes buen gusto y que eres buen padre.

      Saludos y larga vida a Charlie.

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  3. En su estreno, el público prorrumpía en aplausos tras el discurso final.

    Saludos.

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    1. No me extraña: es uno de los momentos más emocionantes de la historia del cine. Sólo "Casablanca" o Scarlett O'Hara poniendo a Dios por testigo podrían igualarlo en intensidad dramática.

      Un abrazo

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