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jueves, 12 de diciembre de 2019

El joven Ahmed (2019)




Título original: Le jeune Ahmed
Directores: Jean-Pierre y Luc Dardenne
Bélgica/Francia, 2019, 90 minutos

El joven Ahmed (2019)
de Jean-Pierre y Luc Dardenne


Fieles a la habitual inmediatez de cámara en mano pegada a la espalda de sus personajes, los Dardenne contraatacan de nuevo con el enésimo caso moral de una filmografía tan extensa como admirable. Y lo hacen, en esta ocasión, abordando el siempre espinoso asunto del integrismo islámico en su faceta más desgarradora: la radicalización de un adolescente musulmán, como consecuencia del adoctrinamiento a que es sometido por parte del líder espiritual de su mezquita, en el seno de la en teoría tolerante y próspera sociedad europea. Inquietud que, en el ámbito francófono y a raíz de la amenaza terrorista, adquiere tintes aún más dramáticos si cabe.

El protagonista, un joven atolondrado que se toma muy en serio la doctrina coránica (por lo menos la versión que le ha inculcado su imán), da muestras de una incapacidad preocupante a la hora de empatizar con otros seres humanos, sobre todo si pertenecen al sexo opuesto. En ese orden de cosas, y considerando a la mujer un ser impuro al que ni siquiera se le puede dar la mano, Ahmed irá sucesivamente eludiendo el más mínimo vínculo afectivo con su profesora, con su madre y hasta con una granjera de su misma edad que a punto está de hacerle caer en la tentación.



Aunque ya se sabe que esa pretendida objetividad de los hermanos belgas encierra, en realidad, una flagrante toma de partido en favor de posiciones mucho más avanzadas que la intransigencia del niño mártir. A este respecto, Le jeune Ahmed no se libra de la consabida moralina ("esto es lo que le ocurre a los chicos malos") cuando el protagonista termine maltrecho tras haber huido de los agentes de la fiscalía de menores que lo custodiaban.

Porque desde el minuto uno se masca la tragedia, preparando al espectador para algo grave que se intuye pasará de un momento a otro. Sin embargo, está por ver si el arrepentimiento de un asesino en potencia merece toda la credibilidad que cabría esperar por parte de un individuo que ha sido sometido a unos planes de reinserción social que, tal vez, pecan de ingenuos al considerar que basta con el contacto con los animales de una granja para rehabilitarlo de su fanatismo religioso.