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domingo, 22 de septiembre de 2019

El insulto (2017)




Título original: Qadiat raqm 23
Director: Ziad Doueiri
Francia/Chipre/Bélgica/Líbano/EE.UU., 2017, 113 minutos

El insulto (2017) de Ziad Doueiri


Como ocurre con tantísimas películas en las que se plantea un caso de conciencia moral, El insulto se ampara en su presunta imparcialidad para acabar inculcando en el espectador una determinada idea o punto de vista. En concreto, es la decisiva escena inicial —la de los hechos que darán pie a la posterior controversia— la que va a condicionar nuestro posicionamiento. A este respecto, no hay más que ver la arrogancia con la que actúa el cristiano Tony (Adel Karam), exigiendo unas disculpas que tal vez no merece, para que, inmediatamente, nos identifiquemos con el pobre palestino (Kamel El Basha).

Aun así, y a pesar de tratarse de una cinta mucho más tendenciosa de lo que a simple vista pudiera parecer, El insulto intenta ilustrar con un ejemplo concreto aquello de que el zumbido de un abejorro podría acarrear consecuencias nefastas en la otra punta del mundo. Como aquel grano de mostaza de la parábola bíblica o la ficha que arrastrará a las demás en el efecto dominó.



Asimismo, el filme de Ziad Doueiri brinda una ocasión inmejorable para conocer de cerca la compleja realidad libanesa, con sus múltiples facciones (políticas y religiosas) enfrentadas y el frágil equilibrio de la convivencia tras años de conflictos que se enquistaron Dios sabe cuándo y hasta una guerra civil. Diversidad no siempre bien gestionada y a la que vino a sumarse la causa palestina con sus campos de refugiados, dando lugar a nuevas desavenencias, no ya entre cristianos y musulmanes, sino incluso en el seno del propio islam.

Es en los tribunales, sin embargo, donde se dirimen los aspectos más interesantes de la trama, con un inesperado duelo entre los abogados de ambas partes que va más allá de lo estrictamente profesional. Aunque también Tony y Yasser se verán desbordados a partir del momento en el que una simple discusión callejera a plena luz del día degenere en enfrentamiento a escala nacional. A fin de cuentas, son más las cosas que les unen que no las que, en apariencia, separan a los dos hombres, puesto que, pese a profesar distintos credos, ambos pertenecen a la clase obrera y comparten un similar celo por el trabajo bien hecho (curiosamente, los dos son firmes partidarios de la tecnología alemana frente a la menor calidad de los productos de origen chino). Se diría que es más bien la sociedad de la que forman parte la que se aprovecha de su disputa con el objetivo de justificar un odio latente que utiliza la menor excusa para sembrar la discordia.


jueves, 19 de septiembre de 2019

Caramel (2007)




Título original: Sukkar banat
Directora: Nadine Labaki
Líbano/Francia, 2007, 95 minutos

Caramel (2007) de Nadine Labaki


Filme de complicidades femeninas, de fruición por los pequeños detalles que revelan el crisol de culturas que idealmente debiera ser la sociedad libanesa, Caramel (Sukkar banat, 2007) transcurre en el seno de un matriarcado evocadoramente sensorial cuyas integrantes se afanan por sobreponerse a los imperativos de un entorno que limita la libre expresión de su sexualidad. Nada que ver, por tanto, con el realismo descarnado de Capharnaüm (2018), la que, hasta la fecha, supone la penúltima incursión tras las cámaras de la actriz y realizadora Nadine Labaki.

Sukkar banat, en cambio, sitúa al espectador en un microcosmos en el que empatizar con sus integrantes resulta enormemente sencillo, desde la mujer madura que lucha denodadamente por aparentar una juventud que ya no posee hasta la que afronta los preparativos de su inminente boda con una mezcla de ilusión y culpabilidad por no llegar virgen al matrimonio. Y entendemos las inquietudes de la que se ve abocada a encuentros furtivos en hoteles de mala muerte por mantener una relación con un hombre casado, lo mismo que el sacrificio de la que renuncia a su propia felicidad para cuidar de una amiga anciana que padece demencia senil.



En otros casos, los detalles son todavía más sutiles. Como la atracción lésbica que se sugiere entre una de las trabajadoras del salón de belleza donde transcurre la acción y la misteriosa y sonriente clienta a la que suele lavar y cortar el pelo. O una crítica velada a los abusos policiales y demás corruptelas de un régimen paramilitar en la escena en la que una pareja de novios acaba en comisaría por el simple hecho de charlar de madrugada en el interior de su coche.

Sea como fuere, la película logra captar/crear una atmósfera íntima que sirve, al mismo tiempo, de refugio para las protagonistas, detentadoras de mil y un secretos que realzan la belleza de sus cuerpos hasta el extremo de haber dado con un "dulce" sistema de depilación que actúa, a la vez, como metáfora del poder que tiene la sensualidad en tanto que paliativo contra los sinsabores de la existencia.


viernes, 5 de octubre de 2018

Taste of Cement (2017)




Título en español: Sabor a cemento
Director: Ziad Kalthoum
Líbano/Alemania/Siria/Catar/Emiratos Árabes Unidos, 2017, 85 minutos

Taste of Cement (2017) de Ziad Kalthoum


Con motivo de la Semana del cineclubismo, la Filmoteca de Catalunya proyectaba esta tarde el documental Taste of Cement, dirigido en 2017 por el sirio Ziad Kalthoum (Homs, 1981) y que toma como punto de partida la construcción de un rascacielos de veintidós plantas en Beirut.

Juan Manuel García Ferrer —miembro del Cineclub de la Asociación de Ingenieros de Barcelona— ha hecho hincapié durante su presentación en cómo la película se articula a base de dualidades, de entre las que la más destacable sería construir frente a destruir. Oposición que muy bien podría hacerse extensible al contraste entre el preciosismo de las imágenes filmadas con dron y los escombros resultantes de los cruentos bombardeos sobre la población civil.



No en vano, el recuerdo del conflicto sirio está muy presente a lo largo del filme pese a que la acción transcurra en el Líbano, país cuyo gobierno, por cierto, condena a los refugiados a un estricto toque de queda, de modo que la realidad de los operarios que trabajan en la reconstrucción de sus casas queda relegada, como la de las víctimas inocentes al otro lado de la frontera, al amargo sabor del cemento.

En cualquier caso, la supuesta voz en off de uno de los obreros sirios que están levantando el edificio no sólo actuará como hilo conductor, rememorando la figura de su padre (también trabajador de la construcción), sino que nos aportará la clave al decir aquello de: "Cuando empieza una guerra, los albañiles emigran a algún país en ruinas donde acaba de terminar otra..."