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domingo, 7 de septiembre de 2025

El juez de la horca (1972)




Título original: The Life and Times of Judge Roy Bean
Director: John Huston
EE.UU., 1972, 120 minutos

El juez de la horca (1972) de John Huston


The Life and Times of Judge Roy Bean (1972) ejemplifica hasta qué punto el Hollywood de principios de los setenta había dejado de tomarse en serio a sí mismo. De ahí ese aire caricaturesco que impregna la puesta en escena de John Huston de principio a fin de una película que es al wéstern lo que el vodevil a la tragedia clásica. Efectivamente, los códigos del género quedan aquí revertidos en aras de una comicidad que no es sino la cara amable de eso que comúnmente se ha denominado "tono crepuscular".

Por otra parte, la particular forma que tiene el protagonista de aplicar la ley en sus dominios refleja, a su vez, el carácter excéntrico de un cineasta, el mismo Huston que previamente había dirigido El tesoro de Sierra Madre (1948) o Vidas rebeldes (1961), que para aquel entonces ya estaba de vuelta de todo. En ese sentido, la cinta que nos ocupa no sólo desafía las convenciones establecidas, sino que las deconstruye con un lenguaje visual y narrativo cargado de ironía, lirismo y una nostalgia profundamente ambigua.



Aun así, lo que resulta realmente innovador del guion de John Milius no es sólo su capacidad para mezclar lo épico con lo absurdo, sino su osadía al estructurar la historia como una serie de viñetas que se sienten casi como capítulos de una leyenda contada por un borracho lúcido. Por consiguiente, el juez Roy Bean, interpretado con una mezcla de brutalidad encantadora y socarronería extravagante por Paul Newman, no es tanto una figura legendaria como un símbolo mutable: juez, forajido, mártir, tirano y, finalmente, un eco romántico de un mundo que nunca existió tal como se cuenta.

En realidad, lo más fascinante del personaje es que parece celebrar y ridiculizar el mito del wéstern en la misma jugada. No se trata de una parodia ni de un homenaje ciego: es más bien una meditación excéntrica sobre cómo los mitos fundacionales de Estados Unidos fueron construidos a partir de excesos, errores y versiones altamente idealizadas de la realidad. Por eso Roy Bean no es tanto un héroe trágico ni un villano redimido, sino más bien una invención viva del tipo de historia que el cine ha solido contar para autolegitimarse.



domingo, 28 de julio de 2024

Superman II: El montaje de Richard Donner (2006)




Título original: Superman II: The Richard Donner Cut
Directores: Richard Donner/Richard Lester
EE.UU./Reino Unido, 1980-2006, 116 minutos

Superman II: El montaje de Richard Donner (2006)


Tras el rotundo éxito de Superman (1978) y habiendo ya rodado el 75% de la segunda parte, el bueno de Richard Donner (1930-2021) fue despedido a causa de desavenencias creativas con unos productores (los célebres Salkind, padre e hijo) que no dudaron en reemplazarlo por Richard Lester. Práctica de lo más habitual en Hollywood, por cierto, donde eso de echar al director a mitad de un proyecto vendría a ser el equivalente de lo que ocurre en Europa con los entrenadores de fútbol. El caso es que muchos años después, y ante el auge que de nuevo cobrara el personaje debido al estreno de Superman Returns (2006) de Bryan Singer, los estudios promovieron que saliese a la luz aquel primer montaje de Superman II: La aventura continúa (1980) que en su día se vio bruscamente interrumpido.

El resultado, sin ser nada del otro mundo, aporta, sin embargo, ligeros cambios respecto a la versión que se estrenó en cines a principios de la década de los ochenta. Así pues, ni el protagonista visita la Torre Eiffel ni tampoco recibe los consejos de su madre (Susannah York), sino que, en su lugar, es el propio Marlon Brando quien ejerce ese rol, tal y como en principio estaba previsto (de hecho, las desproporcionadas exigencias económicas del actor motivaron que su parte fuese inicialmente descartada).

Christopher Reeve y Marlon Brando durante una pausa del rodaje


Aunque el cambio más significativo se encuentra al final (Supermán girando alrededor del globo terráqueo hasta que logra que el tiempo retroceda): una idea que Donner tenía pensada para la secuela, pero que finalmente fue incluida por la Warner como desenlace de la primera parte, de modo que el director's cut incluye de nuevo dicho metraje.

Por lo demás, la relación entre Lois Lane (Margot Kidder) y su idolatrado superhombre adquiere en esta entrega un carácter más íntimo, toda vez que la intrépida reportera del Daily Planet llega a descubrir la verdadera identidad de Clark Kent (Christopher Reeve). No obstante, el hecho de que la pareja se permita un romántico receso en el Polo Norte es aprovechado por los tres malignos kriptonitas, con el General Zod (Terence Stamp) a la cabeza, para derrocar al mismísimo Presidente en la Casa Blanca y aliarse con el oportunista Lex Luthor (Gene Hackman). Menos mal que en el cine todo es posible (y todo tiene remedio) y los buenos siempre acaban por derrotar a los malos.



sábado, 27 de julio de 2024

Superman (1978)




Director: Richard Donner
EE.UU./Reino Unido/Canadá, 1978, 143 minutos

Superman (1978) de Richard Donner


A diferencia de las franquicias actuales de superhéroes, que basan su fórmula en adrenalina y efectos especiales de última generación, la primera entrega de la saga Superman (1978) contenía la dosis exacta de humor y romanticismo para hacerla asequible a todos los públicos (y no sólo a los adolescentes, como ocurre hoy en día). De ahí que muchos de los diálogos contengan réplicas divertidísimas, aparte del carácter eminentemente cómico de Lex Luthor (Gene Hackman) y el resto de antagonistas.

Poco importa, pues, lo inverosímil de una historia (coescrita, entre otros por Mario Puzo) en la que un tipo con capa y leotardos pretende salvar a la humanidad: al margen de ello, cuanto aquí sucede, ya sea en la cúspide de los rascacielos de Metrópolis o en el interior de la redacción del Daily Planet, se enmarca en un imaginario de sobras asimilado por los espectadores desde que el personaje se diera a conocer en los años treinta a través de las páginas de Action Comics.



Por si ello no fuese poco, se aprecia además un más que evidente homenaje al Hollywood clásico en el tándem chico tímido-muchacha extrovertida que encarnan Clark Kent (Christopher Reeve) y Lois Lane (Margot Kidder) y que parece calcado de la pareja que interpretaban Cary Grant y Katherine Hepburn en La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, 1938). Sensación que se acentúa todavía más por la presencia en el reparto de viejas glorias como Marlon Brando, Glenn Ford o Trevor Howard.

En definitiva, se dice que el auge de las películas de superhéroes va asociado a sociedades en crisis en las que el fascismo latente abona el terreno para que algún hombre fuerte se encarame al poder bajo la promesa de solucionar todos los males. Algo que, en el caso de la película que nos ocupa, pudiera leerse entre líneas como un anuncio de lo que en breve iban a representar para EE.UU. las políticas ultraconservadoras de la administración Reagan.



martes, 9 de mayo de 2023

Interferencias (1988)




Título original: Switching Channels
Director: Ted Kotcheff
EE.UU., 1988, 105 minutos

Interferencias (1988) de Ted Kotcheff


Dos nominaciones a los premios Razzie (o anti-Oscars) fueron el único y triste palmarés cosechado por Switching Channels (1988), enésima recreación de un argumento y unos personajes cuyo estreno teatral se remonta a finales de los años veinte, pero que aspiraba a emular el éxito obtenido unos meses antes por James L. Brooks con Al filo de la noticia (Broadcast News, 1987). Sin embargo, antes que un remake convencional de The Front Page, pudiera decirse que la cinta que nos ocupa fue más bien una puesta al día de Luna nueva (His Girl Friday, 1940), el clásico de Hawks y una de las cimas de la screwball comedy que tomaba los personajes de la sátira creada por Ben Hecht y Charles MacArthur para darles un nuevo giro en clave romántica.

Tal y como allí sucedía, la pareja protagonista (unos Burt Reynolds y Kathleen Turner que, a su vez, tomaban el relevo de Cary Grant y Rosalind Russell) se verá envuelta en una doble trama donde lo profesional y lo personal van indisolublemente de la mano. Sólo que ahora, en lugar de transcurrir en una oscura sala de prensa o en la redacción de algún periódico sensacionalista, la acción se traslada al medio televisivo. Entre otras cosas porque la sociedad de aquel entonces vibraba al ritmo marcado por los espacios informativos de la pequeña pantalla.



Lo que sigue igual son las argucias del exmarido y director de una cadena de noticias que intenta retener a toda costa a su ya exmujer y mejor reportera para que no se case con el apolíneo Blaine Bingham (Christopher Reeve). Asimismo, la corrupción política, lejos de haber ido a menos, se manifiesta en todo su apogeo cuando un obtuso candidato a gobernador (Ned Beatty), en connivencia con el no menos lerdo alcalde de Chicago, decide utilizar la ejecución pública de un reo con finalidades electoralistas.

Pero los tiempos han cambiado y el hecho racial (presente en versiones anteriores, donde el condenado a muerte habría matado a un agente de color) cede su relevancia en favor de una crítica velada contra la pena capital. En ese sentido, la campaña que la cadena SNN lleva a cabo con tal de convencer a la audiencia sobre la necesidad de perdonar al reo Ike Roscoe (Henry Gibson) pone de manifiesto que amplios sectores de la opinión pública norteamericana comenzaban a percatarse del carácter anacrónico de las ejecuciones.



martes, 31 de julio de 2018

Deliverance - Defensa (1972)




Título original: Deliverance
Director: John Boorman
EE.UU., 1972, 109 minutos

Deliverance - Defensa (1972) de John Boorman


Me despertaba a cada momento y cuando ya lo estaba completamente, el mosquitero de la entrada de la tienda traslucía una luz gris creciente. Drew dormía en su saco, y tenía la cabeza vuelta hacia mí. Yo agarraba aún la linterna y procuraba imaginarme cómo sería nuestro día. El río seguía su curso, pero antes de que volviéramos a la corriente eran posibles otras cosas. Lo que más pensaba era que me hallaba en un sitio donde nadie —o casi nadie de mi vida cotidiana trabajaría; no había hábito que me sirviera de referencia. ¿Es esto la libertad?, me preguntaba.

James Dickey
Deliverance
Traducción de Rafael Vázquez Zamora

Por segunda vez este verano, aprovechamos una de las proyecciones de la Filmoteca para leer la novela antes de ir a ver la película. Y, como ya sucediera con Reflejos en un ojo dorado (1967) de Huston, hay que decir que la adaptación cinematográfica de Deliverance fue bastante fiel al texto original de James Dickey: ¡y ¿cómo no? si el guion corrió a cargo del propio autor! Bueno: el guion y hasta un cameo hacia el final del filme, ya que el papel de sheriff lo interpreta, y nada mal (por cierto), él también.

De este Dickey (1923-1997) conviene recalcar que fue ante todo poeta antes que novelista. De hecho, apenas publicó tres novelas a lo largo de su vida, frente a los más de veinticinco poemarios que dejó escritos. Sin embargo, sería Deliverance (1970, editada en España por Mondadori en 1994) el título que le daría la fama.

Pese a que el brazo izquierdo pertenece a un doble escondido,
Tim Burton hizo reaparecer a Billy Redden en Big Fish (2003)


Pero volviendo a la fidelidad a la que antes aludíamos, sí que es cierto que la cinta del británico John Boorman va más al grano respecto a las informaciones preliminares que el libro nos aporta sobre la vida profesional y familiar de los personajes, narradas en primera persona por Ed. No quedaba más remedio, teniendo presente que la narrativa fílmica requiere de un lenguaje más ágil. Así pues, sólo veremos en pantalla al hijo y a la esposa de Ed (Jon Voight) al final y muy fugazmente. El niño, dato curioso, es Charley Boorman, hijo del director en la vida real y el mismo que en La selva esmeralda (1985) interpretará al chico secuestrado por una tribu del Amazonas. El caso es que en Deliverance mantiene su nombre de pila auténtico, mientras que, en la novela, el hijo de Ed se llama Dean.

En cambio, en lo que sí que coinciden plenamente texto y película es en el hecho de subrayar la idea de que la naturaleza se toma la revancha contra los urbanitas que en breve harán desaparecer el río Cahulawassee para convertirlo en un pantano. Así pues, los cuatro protagonistas simbolizan, de alguna manera, cada uno con un perfil diferente, al hombre de ciudad, arrogante y necio, incapaz de calibrar la verdadera fuerza del medio ambiente. El único del grupo que parece ser consciente de la magnitud de las fuerzas contra las que lidian es Lewis (Burt Reynolds): él es quien predice el colapso del sistema el día que fallen las máquinas, aunque, paradójicamente, va a ser su altivez de macho alfa la que arrastre al resto a realizar una excursión en canoa de consecuencias nefastas.

En inglés, deliverance quiere decir 'liberación'


La otra lectura posible, tanto del libro como de su adaptación, es la denuncia de cómo el atraso en el que viven los habitantes de las montañas genera comportamientos zafios, cuando no malformaciones congénitas (no hay más que ver al muchacho del banyo en la gasolinera). En ese sentido, la respuesta que proponen Dickey y Boorman no deja de ser perturbadora por el componente profundamente reaccionario que encierra: contra la barbarie de quienes viven al margen del progreso, la solución más efectiva es atravesarles el pecho con las flechas de nuestro arco para luego enterrarlos en medio del bosque. Métodos expeditivos en defensa propia, eco lejano del "malestar en la cultura" propugnado por Freud de quienes anhelan liberarse (de ahí el título) buscando alivio en un primitivismo salvaje, pero que, en cualquier caso, no son exclusivos de Deliverance, toda vez que otras cintas de la época (véase, un año antes, Perros de paja de Peckinpah) abogaban por un remedio similar. De todos modos, y antes de llegar a tales extremos, el prudente Ed le propone a Lewis una salida más civilizada cuando le dice aquello de: "¡Al diablo con todo el plan: volvamos a casa y juguemos al golf!"