viernes, 3 de enero de 2020

El tiempo de los gitanos (1988)




Título original: Dom za vešanje
Director: Emir Kusturica
Yugoslavia/Reino Unido/Italia, 1988, 142 minutos

El tiempo de los gitanos (1988)
de Emir Kusturica


Si no fuera porque el término realismo mágico posee unas connotaciones inequívocamente caribeñas, sería la etiqueta perfecta para definir lo logrado por Kusturica en El tiempo de los gitanos. Novias que levitan, parentelas pantagruélicamente excesivas, pavos celestiales, hermanos a los que separa el destino para luego reencontrarse en Roma o tipos agraciados con el don de la telequinesia que hacen volar a su antojo la cubertería de plata: todo parece salido de una novela de García Márquez. Sólo que los personajes, en lugar de habitar el mítico Macondo, transitan por la antigua Yugoslavia y se expresan en romaní.

Hacer de la vida bohemia de los cíngaros el motivo central de una película representaba, en aquel contexto histórico, un monumental desafío contra las autoridades de un país en el que tanto ésta como otras minorías étnicas estaban claramente postergadas. En ese orden de cosas, el retrato que aquí se lleva a cabo de unos individuos abocados a la mendicidad, cuando no cautivos en las redes de mafias que operan desde Italia, hace añicos el ideal socialista que durante decenios habían difundido las instancias oficiales.



Ya una vez instalado en Milán, lejos de su abuela y de su hermana enferma, el joven Perhan (Davor Dujmovic) se verá a las órdenes de un capo que, como el Monipodio cervantino, controla un amplio sector del proxenetismo y explotación de menores mendicantes. Tan cutre y grotesco como todo lo demás, por supuesto, ya que no hay ni un sólo personaje de El tiempo de los gitanos que no sea un antihéroe en toda regla.

Desastrado y enfant terrible, sólo hay que ver el desenlace de esta película para darse cuenta de que Emir Kusturica está hecho de la misma pasta que el estadounidense Quentin Tarantino. ¿O es que no dan ganas de reír cuando vemos a Ahmed (Bora Todorovic) retorcerse de dolor entre sus últimos estertores? ¿O a aquel esbirro suyo acribillado en el interior de un retrete? Curiosa forma de filmar la violencia que, lejos de provocar el rechazo del espectador, incluso sirve para hacernos creer, aunque sea por poco tiempo, que existe una justicia divina capaz de vengar al más débil.


2 comentarios:

  1. Hola Juan, vengo del futuro de esta reseña.
    Vine a ver cuántas películas de Kusturica han tenido tu crítica, ya que estoy viendo su filmografía, algo desordenada, y cuando puedo, a los tumbos.

    Esta justo no la he visto.
    Me la apunto.

    Abrazos!

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    1. Hola, Frodo:

      En mi opinión, se trata de un cineasta que tuvo su momento, pero que después evolucionó de forma un tanto errática. La prueba es que hoy en día se dedica más a la música que al cine.

      Ésta es para mí una de sus mejores películas, de los inicios de su carrera, cuando aún tenía cosas interesantes que decir.

      Saludos.

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