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miércoles, 22 de abril de 2020

Ríos de color púrpura 2: Los ángeles del apocalipsis (2004)




Título original: Les rivières pourpres 2 - Les anges de l'apocalypse
Director: Olivier Dahan
Francia/Italia/Reino Unido

Ríos de color púrpura 2: Los ángeles del apocalipsis (2004)
de Olivier Dahan

Aprovechando el tirón de la primera entrega, cuatro años después llegaba esta segunda parte de Les rivières pourpres, escrita por Luc Besson a partir del universo novelesco que ideara Jean-Christophe Grangé y dirigida por un cineasta que fue pintor y realizador de videoclips antes de dar el salto al séptimo arte: Olivier Dahan (La Ciotat, 1967), el mismo que, inmediatamente después de este proyecto, se zambulliría en la vida de Édith Piaf para mayor gloria de la multipremiada Marion Cotillard.

No obstante, el hecho de que se tratase de una coproducción internacional favoreció la presencia en el reparto del mítico Christopher Lee, ya octogenario, en un papel de antiguo oficial nazi reconvertido en líder de una peligrosa secta milenarista. El protagonismo, en cambio, volvía a recaer otra vez en Jean Reno, de nuevo encarnando al experimentado comisario Niémans, ahora acompañado por Benoît Magimel, quien interpreta al joven y un tanto impulsivo agente Reda (de hecho, un antiguo alumno de Niémans en la academia de policía).



Juntos, y con la ayuda inestimable de Marie (Camille Natta), especialista en simbología cristiana, afrontarán la resolución de un caso especialmente sangriento: el asesinato en serie de un grupo de neoapóstoles a manos de esos querubines apocalípticos a los que alude el título de la cinta. O lo que viene a ser lo mismo: monjes encapuchados, de descomunal fuerza y agilidad, que brincan por doquier con la pericia de un campeón de parkour y buscan bajo tierra un preciado tesoro medieval.

Ni que decir tiene que semejante argumento no se aguanta ni por casualidad y que los tópicos habituales del polar francés (lluvia perpetua, hemoglobina a raudales, ritos macabros...) no alcanzan aquí la agudeza de la que hicieron gala ilustres predecesores como, por ejemplo, Jean-Pierre Melville (1917–1973). Los mitómanos más recalcitrantes sí que disfrutarán, por el contrario, de la aparición fugaz del bueno de Johnny Hallyday en un papelillo sin mayor trascendencia.


viernes, 22 de junio de 2018

Cosas de la edad (2017)




Título original: Rock'n Roll
Director: Guillaume Canet
Francia, 2017, 123 minutos

Cosas de la edad (2017) de Guillaume Canet


La tan cacareada crisis de los cuarenta le ha servido al actor y director Guillaume Canet para autoparodiarse en la última película que dirige y protagoniza, una comedia irreverente que entre nosotros pierde su icónico título originario (Rock'n Roll) en beneficio del más convencional Cosas de la edad. Y, pese a que son él mismo y su mujer Marion Cotillard el centro de interés en torno al cual gira la acción, no resulta, sin embargo, complicado hallar similitudes con modelos semejantes que tal vez podrían haber servido como inspiración. Así, a bote pronto, son tres los que se nos ocurren.

En primer lugar, viendo a Canet con esas gafas de pasta que luce en algunas escenas, es fácil pensar enseguida en el Woody Allen torpe y acuciado por las mismas obsesiones de los filmes que solía coprotagonizar junto a las actrices (Mia Farrow, Diane Keaton...) con las que por aquel entonces formaba pareja artística y sentimental. Así pues, toda la subtrama ligada a sus infructuosos intentos por presentarse ante Camille Rowe como el actor joven y atractivo que ya no es posee un innegable toque de antihéroe a lo Allen.

Guillaume Canet y Camille Rowe


Claro que las escenas de matrimonio, rodadas en el domicilio conyugal, remiten directamente al universo creado por John Cassavetes en compañía de Gena Rowlands, quienes, por ejemplo, en Opening Night (1977) también interpretaban a una pareja de actores. Es en esa línea, entre histriónica y surrealista, que podrían entenderse las secuencias de una Marion Cotillard empecinada en imitar a la perfección el acento quebequés para intervenir en el próximo proyecto de Xavier Dolan o capaz de metamorfosearse en Céline Dion en uno de los momentos más delirantes de la película.

No tan antiguo, y citado expresamente, es el filme Ma femme est une actrice, dirigido por Yvan Attal en 2001, actor-productor, al igual que su hermano Alain, a ambos lados de la cámara en Rock'n Roll, y con la que plantea algunos paralelismos en lo referente a la no siempre fácil convivencia (en aquel caso junto a Charlotte Gainsbourg) entre un hombre y una estrella que le supera en fama: en ese aspecto, es muy sintomática la escena en la que, la misma noche en que su marido ve cómo el César a mejor actor va a parar a Pierre Niney, Marion Cotillard obtiene su cuarto galardón, ideal para ser utilizado como pata de la mesa del salón...

Parece Joaquín Reyes, pero es Guillaume Canet junto a su esposa


Por último, más que un modelo propiamente dicho, en el progresivo cambio físico experimentado por Cantet como consecuencia de las múltiples intervenciones de cirugía estética a las que se somete habría que ver la sátira de personalidades del mundo del espectáculo como Mickey Rourke, Sylvester Stallone o, en clave francesa, el desaparecido Johnny Hallyday, quien se prestó a interpretarse a sí mismo en una escena un tanto onírica que supondría el penúltimo papel de su carrera.

Quizá sea por lo que tiene de comedia generacional, pero lo cierto es que se escucha muchísima música a lo largo de las más de dos horas de metraje de Cosas de la edad, desde las melifluas baladas de Demis Roussos hasta la incombustible "Ça plane pour moi", popularizada en su día por el belga Plastic Bertrand y que en esta ocasión interpreta el propio Guillaume Canet como sarao y fin de fiesta de una comedia más profunda de lo que parece sobre los peligros de no saber envejecer.


sábado, 19 de mayo de 2018

Mi familia del norte (2018)




Título original: La ch'tite famille
Director: Dany Boon
Francia, 2018, 107 minutos

Mi familia del norte (2018) de Dany Boon


El éxito, hace justo una década, de Bienvenidos al Norte (Bienvenue chez les Ch'tis, 2008) sólo es parangonable al acaecido después en España con los apellidos vascos, catalanes y demás secuelas que aún estén por llegar. Concretamente, daría pie a un remake a la italiana (Bienvenidos al sur, Luca Miniero, 2010) y aun se barajó la posibilidad, sin que todavía haya cristalizado en ningún proyecto en concreto, de que Will Smith hiciese lo propio adaptando la historia a la América profunda.

De modo que el actor y director Dany Boon, sabedor del filón que tiene entre manos, vuelve a la carga con La ch'tite famille, cuyo planteamiento consiste en todo lo contrario: enviar a una familia del norte a la capital para ver cómo sus modales provincianos chocan con el proverbial cosmopolitismo parisino. La acción, pues, se traslada esta vez al París sofisticado del diseño y las selectas salas de exposición. A la gran urbe donde, según se desprende del argumento, uno debe despojarse de su acento local si quiere triunfar.



Eso es lo que tuvo que hacer años atrás el afamado diseñador Valentin D. (Boon), quien junto a su esposa y "musa" Constance (Laurence Arné) ha levantado un prestigioso imperio que copa las portadas de las revistas y las ferias del sector a partir de nociones tan vagas y superficiales como "conceptualizar el vacío". Un estilo, en fin, cuyos productos estrella son la estilizada silla de tres patas de la que todo el mundo se cae (excepto sus creadores, claro) y la incómoda mesa monolito a la que sólo es posible sentarse ladeando las piernas a lo "amazona". De todo lo cual se deduce una más que evidente voluntad de ridiculizar la vacuidad de dicho mundo confrontándola con la naturalidad de una familia palurda, sí, pero orgullosa de sus tradiciones y de su peculiar forma de hablar.

¿Supera Mi familia del norte el modelo de partida? Desde luego, si hay que juzgarla por su sentido del humor, está claro que no: Dany Boon, en colaboración con la guionista Sarah Kaminsky, propone una historia insípida y repleta de tópicos (la amnesia del protagonista, la manida contraposición entre provincianos y urbanitas...) en la que es la madre (Line Renaud) la que lleva el peso de la acción; a pesar de algún que otro momento aislado (caso de la irrupción del clan en el Palais de Tokyo, por ejemplo) o de la presencia en el reparto de actores míticos como el legendario Pierre Richard haciendo de padre calamitoso, la impresión general de conjunto es la de un filme anodino sin demasiada gracia, en la que el actor-director ha estado más pendiente de rendir homenaje a sus amigos (cameo de Kad Merad, uno de los protagonistas de Bienvenidos al Norte; dedicatoria final al desaparecido Johnny Hallyday, quien estaba previsto que actuase en la película) que no de hacer reír al público.


domingo, 24 de abril de 2016

Detective (1985)









Título original: Détective
Director: Jean-Luc Godard
Francia/Suiza, 1985, 95 minutos



No es tarea fácil resumir el argumento de Detective, probablemente porque, como ocurre en la mayor parte de la filmografía de Godard, no lo hay. Limitémonos, pues, a decir que un par de investigadores privados (William Prospero y el inspector Neveu, interpretados respectivamente por el desaparecido Laurent Terzieff y el mítico actor insignia de la Nouvelle vague Jean-Pierre Léaud) siguen desde una habitación de hotel la pista de un crimen que se cometió allí dos años atrás; que un representante de boxeadores llamado Jim Fox Warner (el cantante Johnny Hallyday) mantiene contactos con la mafia (Alain Cuny será Old Mafioso) y con el matrimonio Chenal (Nathalie Baye y Claude Brasseur)...

Laurent Terzieff

En fin, no vale la pena continuar. Godard se limitó, en una película de encargo producida por Alain Sarde, a acumular los estereotipos más habituales del cine negro para confeccionar su ya habitual retahíla de citas literarias (Leonardo Sciascia, Joseph Conrad...), musicales (Schubert, Chopin...) y cinéfilas (La bella y la bestia de Cocteau, La escuadrilla deshecha con Erich von Stroheim...)

Jean-Pierre Léaud

Con todo, Detective contiene hallazgos geniales y divertidos, como la imagen del púgil Tiger Jones (Stéphane Ferrara) devorando una barra de chocolate gigante o boxeando (suavemente, ça va de soi) con los senos de una muchacha. Aparte de que este filme supuso el debut de Julie Delpy. Aunque de eso mejor hablamos otro día...

Godard (centro) durante el rodaje de Detective

martes, 7 de julio de 2015

El hombre del tren (2002)




Título original: L'homme du train
Director: Patrice Leconte
Francia/Reino Unido/Alemania/Japón, 2002, 90 minutos

El hombre del tren (2002) de Patrice Leconte


De nuevo Patrice Leconte. Si ayer por una comedia, hoy por un thriller. Pero siempre demostrando el mismo gusto por los personajes entrañables o por las parejas de carácter opuesto. En esta ocasión se trata del señor Manesquier (Jean Rochefort) y de Milan (el cantante Johnny Hallyday): al primero, profesor de francés jubilado, siempre le habría gustado ser un tipo duro; el segundo desearía llevar una vida hogareña y tener la cultura del primero.

La casualidad les une en una pequeña localidad de provincias y a lo largo del film se irán influyendo mutuamente a pesar de sus muchas diferencias. Los opuestos que se atraen: es el mismo planteamiento del Quijote, de otras películas de Patrice Leconte (como Mi mejor amigo) o dirigidas por otros directores franceses (como Jean Becker en Conversaciones con mi jardinero [2007] o Mis tardes con Margueritte [2010]). Y siempre funciona.

Manesquier (Jean Rochefort) y Milan (Johnny Hallyday)


El previsor Manesquier aprenderá de Milan cómo disparar un revólver y el aventurero gánster a llevar zapatillas de estar por casa, fumar en pipa o apreciar la poesía de Louis Aragon:

Sur le Pont Neuf j'ai rencontré 
L'ancienne image de moi-même 
Qui n'avait d'yeux que pour pleurer 
De bouche que pour le blasphème.

Sur le Pont Neuf j'ai rencontré 
Cette pitoyable apparence 
Ce mendiant accaparé 
Du seul souci de sa souffrance.

Sur le Pont Neuf j'ai rencontré 
Fumée aujourd'hui comme alors 
Celui que je fus à l'orée 
Celui que je fus à l'aurore.

Sur le Pont Neuf j'ai rencontré 
Assis à l'usure des pierres 
Le refrain que j'ai murmuré 
Le rêve qui fut ma lumière.

Pero Milan debe atracar el banco del pueblo (justo el que siempre soñó con atracar Manesquier), mientras que el mismo día y a la misma hora su anfitrión será sometido a una delicadísima operación de corazón. Dos acciones paralelas en las que las vidas del uno y del otro se confundirán finalmente en un sueño eterno de lo que a cada uno le habría gustado ser.

¿Sueño o realidad?


En el aspecto técnico, la fotografía de Jean-Marie Dreujou confiere a las imágenes una pátina grisácea que refuerza la sensación de languidez, especialmente en la vetusta casa de Manesquier y el rancio abolengo que transmite su decoración decimonónica. También la música elegida (uno de los Impromptus de Schubert) contribuye a crear dicho ambiente, junto a la banda sonora original compuesta por Pascal Estève.

En 2011, por cierto, se estrenó un remake de El hombre del tren: una coproducción entre Canadá e Irlanda interpretada por Donald Sutherland y Larry Mullen Jr. (el batería de U2).

Johnny Hallyday recibiendo instrucciones de Patrice Leconte