miércoles, 31 de marzo de 2021

Los olvidados (1950)




Director: Luis Buñuel
Méjico, 1950, 77 minutos

Los olvidados (1950) de Luis Buñuel


Estrenada bastante lamentablemente en México, la película permaneció cuatro días en cartel y suscitó en el acto violentas reacciones. Uno de los grandes problemas de México, hoy como ayer, es un nacionalismo llevado hasta el extremo que delata un profundo complejo de inferioridad. Sindicatos y asociaciones diversas pidieron inmediatamente mi expulsión. La Prensa atacaba a la película. Los raros espectadores salían de la sala como de un entierro.

Luis Buñuel
Mi último suspiro
Traducción de Ana Mª de la Fuente

La repulsa hacia Los olvidados (1950) que relata Buñuel en sus memorias nos da la justa medida de lo que supuso el estreno de uno de los títulos más influyentes de la historia del cine. Sin él no habría sido posible Pasolini. Ni tampoco buena parte de los movimientos que, a partir de la década de los sesenta, propugnarán un acercamiento más verídico a la realidad. No obstante, conviene matizar que todas esas muestras de rechazo, con señoras de buena familia dispuestas a clavar sus afiladas uñas en el rostro de don Luis por haber mancillado el buen nombre de Méjico, darían paso enseguida, tras el triunfo arrollador del filme en Cannes, a encendidos elogios y alabanzas desmesuradas (que en esto, como en tantas otras cosas, la estupidez humana no tiene límites).

Sea como fuere, Los olvidados marcó el regreso de Buñuel a la primera línea de la creación cinematográfica tras varios años ocupado en insulsas producciones comerciales al servicio de la floreciente industria azteca, que lo había acogido en su seno cuando el director aragonés, llegado a América huyendo de la Guerra Civil, era apenas un refugiado político. Fue, precisamente, el productor Óscar Dancigers, oriundo de Rusia (y, como él, trotamundos que había trabajado en diversos países europeos antes de recalar en Méjico), quien le propuso rodar una cinta de temática social, algo innovador que rompiese esquemas.



Transcurridas más de siete décadas, la crueldad de algunas imágenes mantiene intacta su fuerza: el hombre sin piernas al que arrebatan su vagoneta; el ciego (Miguel Inclán) apaleado; la liviandad de un cadáver adolescente rodando cuesta abajo por un vertedero... Se mire por donde se mire, ni hay pureza ni lugar para la esperanza. Esos muchachos de la calle (llámense Jaibo, "Ojitos" o Pedro), desprovistos de todo amparo y expuestos a las inclemencias de un medio hostil que los convierte en delincuentes, son la viva imagen de la inocencia interrumpida.

Frente a la comicidad amable de Cantinflas, la miseria dolorosa de Los olvidados representó (y seguirá representando mientras no cambien los problemas estructurales que generan la pobreza) una bofetada contra la ineficacia de un sistema corrupto. De poco sirve que la película se abra con insertos de Nueva York o París o que el director del reformatorio aparezca retratado como un tipo amable: todos sabemos en qué llaga quiso poner el dedo el genio de Calanda.



7 comentarios:

  1. Veo que inicias un ciclo Buñuel. Tengo ganas de recuperar esta película, que recuerdo fascinante e inquietante como la mayoría de sus trabajos.

    Un abrazo.

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    1. Pues sí, Ricard: así es. Ya ves que te lo he puesto fácil, con el enlace, para que puedas recuperarla.

      Un abrazo.

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    2. Pues sí, muchas gracias. Procuraré verla esta Semana Santa.

      Un abrazo.

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  2. Hola Juan!
    Gracias por traerla pues no la he visto, tu reseña y el enlace son el pack perfecto, saludos!

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    1. De nada, Fran: espero que te guste. Se trata de una de las películas más conmovedoras de la filmografía de su director.

      Saludos.

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