Director: Eloy de la Iglesia
España, 1983, 105 minutos
El pico (1983) de Eloy de la Iglesia |
Estamos en el Bilbao de principios de los ochenta: una ciudad gris, inmersa en plena recesión industrial, que afronta la llegada al poder de los socialistas mientras el terrorismo de ETA se deja sentir en las calles un día sí y otro también. A pesar de ese ambiente tan crispado, el hijo de un alto mando de la Guardia Civil y el de un parlamentario aberzale se hacen amigos inseparables. A priori, tanto Paco (José Luis Manzano) como Urko (Javier García) proceden de mundos radicalmente opuestos, si no fuera porque su adicción a la heroína les une más allá de las opciones políticas que defienden sus respectivos padres.
Unir el trasfondo del conflicto vasco con la escabrosidad del cine quinqui supuso el marco ideal para que un cineasta amante del exceso como Eloy de la Iglesia diese rienda suelta a sus obsesiones habituales, confeccionando un cóctel explosivo a base de, entre otros ingredientes, drogas, homosexualidad y política. Por no hablar del choque generacional en el seno de una familia conservadora donde la intransigencia del comandante Evaristo Torrecuadrada (José Manuel Cervino) topa con la rebeldía de un adolescente que reniega del estamento militar.
Vista hoy, con la perspectiva que otorga el paso del tiempo, habrá quien sostenga que El pico (1983) es una película tan cutre como tremendista, si bien debe precisarse que la sociedad española de aquel entonces, con su recién estrenado régimen democrático, era precisamente así, tal y como aparece retratada en uno de los títulos clave de la filmografía de su autor. Y aunque es posible que de la Iglesia y su guionista Gonzalo Goicoechea cargasen las tintas en la forma de contar los hechos, no es menos cierto que el caballo hizo estragos entre muchos sectores de aquella juventud.
Por último, el aura que envuelve al filme y a otros de similar factura como El pico 2 (1984), secuela que se filmaría un año más tarde, o Navajeros (1980), nos habla de un Eloy de la Iglesia fascinado por su actor protagonista, al que habría conocido en el transcurso de sus frecuentes escarceos en las profundidades de los ambientes lumpen del extrarradio madrileño. Relación similar, salvando las distancias, a la que unió a Pasolini con Ninetto Davoli y que en la película tiene su paralelismo a través de la figura del escultor Mikel Orbea, al que da vida el recientemente desaparecido Quique San Francisco.
Película emblemática tanto en la filmografía del autor, como en el subgénero.
ResponderEliminarYo creo que sobre todo es emblemática de toda una época.
EliminarLo más curioso de esta película es que no está del todo mal pese a lo oportunista y excesivo de su planteamiento.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y pese a la horripilante banda sonora del actor Luis Iriondo (1931-2017), quien también interpreta un pequeño papel secundario.
EliminarUn abrazo.
Hola Juan!
ResponderEliminarRecuerdo que cuando se estreno causo mucho impacto, el poster promocional venia acompañado de una etiqueta (desconozco si era un añadido) que decía algo así como "la película que todos los padres deberían de ver", era muy curioso. Igual esto que voy a decir suena ridículo, pero estoy convencido de que a pesar de que se mostraban los daños que producía meterse en ese mundo seguro que hubo mas de una persona que se sintió fascinada por lo visto en pantalla, no se, eran otros tiempos.
Hoy que tanto se buscan ciertas imposturas y que incluso se falsean biografias, aqui precisamente hay dos personajes "auténticos", por un lado el actor José Luis Manzano que acabo comido por su personaje y muerto por sobredosis, por otro el director, Eloy de la Iglesia, único y sin igual...
Saludos!
El destino de José Luis Manzano concuerda bastante con el de la mayoría de actores del cine quinqui.
EliminarDe todas formas, dudo que el objetivo de estas películas fuese fascinar al espectador, sino que, en general, desprenden bastante moralina.
Gracias por tus comentarios y hasta pronto.