domingo, 15 de noviembre de 2020

Los tramposos (1959)




Director: Pedro Lazaga
España, 1959, 88 minutos

Los tramposos (1959) de Pedro Lazaga


Un país económicamente débil, de subdesarrollados, tenía que ser forzosamente un país de tramposos. Desde luego, el productor Dibildos sabía elegir con toda intención el título más certero para sus películas, si bien, en el caso que nos ocupa, lo avalaba una tradición literaria antiquísima. Porque lo que aquí se cuenta, desde el recurrente timo de la estampita hasta el socorrido sorteo de un coche ajeno, no es, en puridad, sino una puesta al día de la vieja escuela picaresca: aquélla que inauguraran los lazarillos y rinconetes del Siglo de Oro para escribir algunas de las páginas más brillantes de nuestra literatura.

En un principio, hasta podría dar la impresión de que Virgilio (Tony Leblanc) y Paco (Antonio Ozores) constituyen, con el auxilio del Bajito (Venancio Muro), un trío de timadores de mayor sofisticación en sus métodos delictivos, capaces de sacarse de la manga la agencia de viajes Virpa Esprés (sic) y poner en jaque, merced a unas peculiares excursiones turísticas por Madrid y Toledo, a la todopoderosa Confort Express del envarado don Arturo (José María Rodero). Sin embargo, ni siquiera unos tipos tan apuestos como ellos se librarán de la justicia, por lo que no les quedará más remedio que pasar alguna que otra temporadita en "Ávila", que es como ellos denominan al trullo (creyendo que, así, ni Julita ni Katy sabrán que están en la cárcel).



Una morena y una rubia: Julita (Concha Velasco) es hermana de Paco, además de la eterna candidata a novia de Virgilio; Katy, en cambio, interpretada por Laura Valenzuela, no tendrá tantos remilgos como su amiga a la hora de convertirse en socia capitalista de ambos tunantes, sufragando los gastos necesarios para poner en marcha el negocio con las nueve mil quinientas del ala que la muchacha ahorraba para comprarse un tocadiscos estereofónico.

Llegados a este punto, los otrora estafadores deciden hacer propósito de enmienda y ganarse la vida honradamente, doblando el lomo como cualquier hijo de vecino o, si no queda más remedio, incluso donando sangre y hasta los huesos del esqueleto, de modo que Paco y Virgilio van a saber, de ahora en adelante, lo que significa obtener el pan con el sudor de la frente. Atrás quedarán los días de robar carteras en el autobús o de hacerse pasar por enfermeros y, fichados por don Arturo, podrán ver al fin cumplido su sueño de comprarse un coche (aunque sea pequeñito).



6 comentarios:

  1. En efecto, unos pícaros reciclados para los tiempos que viven.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ésa es, de hecho, la premisa del filme: que el sistema puede y debe recuperar a los haraganes para convertirlos en ciudadanos como Dios manda.

      Eliminar
  2. Hola Juan, me encanta la forma en que nos reseñas los films. Lamentablemente de esta última seguidilla no puedo aportar nada, porque no he visto ninguno. Pero me voy con un pantallazo (nunca mejor aplicado) de este cine tan particular como es el de Pedro Lazaga

    Abrazos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias, Frodo. Te agradezco que, aun así, hayas querido dejar un comentario.

      Saludos.

      Eliminar
  3. Hola Juan!
    Es curioso como en este pais (supongo que no solo aquí se producen timos...) hay quien sigue picando y siendo engañado por los timos mas absurdos. La película es tremenda y me sigue proporcionando un buen rato de diversión.
    Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Lo grave no es que haya gente que pique, Fran, sino que abundan los timadores. De eso habla un poco la película, de que éramos (y somos) un país de pícaros.

      Saludos.

      Eliminar