Director: Luis Lucia
España, 1953, 80 minutos
Aeropuerto (1953) de Luis Lucia |
Comedia coral, a la par que episódica, en torno a las idas y venidas que comporta el ajetreo diario en la terminal del aeropuerto de Barajas. Como se ve, el planteamiento, típico de un producto CIFESA, resulta de lo más sencillo, lo cual no impide que la trama arranque con un original y desternillante repaso histórico, a dos voces, a propósito de la evolución de los medios de transporte desde la época de las cavernas hasta el presente. Las cinco historias que se entretejen, salpicadas de alguna que otra actuación folclórica a modo de relleno (como la de Juanita Reina) nos hablan de amor y de picaresca, de reencuentros o de pequeñas y grandes miserias.
Todo comienza con un vuelo de Iberia procedente de Londres vía París: en él viajan la francesa Liliane (Margarita Andrey) y el británico Míster Fogg (Fernando Sancho). No se conocen de nada, pero cada uno vivirá su particular aventura madrileña. Ella en forma de romance con el deslenguado Luis (Fernando Fernán Gómez), secretario de un industrial barcelonés y dispuesto a hacerse pasar por adinerado hombre de mundo con tal de impresionar a la joven. Al bueno de Mr. Fogg, en cambio, le espera una accidentada tournée de la mano de un avispado taxista (Pepe Isbert) que sacará tajada de la candidez del súbdito anglosajón.
Mientras tanto, de Méjico llega otro avión, cuyo piloto (interpretado por Fernando Rey) viene acompañado de una niña huérfana (además de vivaracha) que hará que la relación con su esposa (María Asquerino) mejore sensiblemente. Por otra parte, en el pasaje figura también un antiguo exiliado republicano (Manolo Morán) que no las tiene todas consigo al volver a pisar suelo español tras catorce años de ausencia...
Circunstancia, esta última, que merece ser analizada con detenimiento. En efecto: la experiencia que va a vivir durante su regreso el tal Santiago Beltrán (que así se llama el individuo en cuestión) podría calificarse de píldora propagandística en toda regla. No en vano, el comisario de aduanas que lo recibe nada más aterrizar, pese a que sabe perfectamente "de qué pie cojea" el recién llegado, le encarga que le lleve un sonajero a una sobrinita suya nacida hace pocos días en Cuernavaca ("a fin de cuentas", añade, "mi hermano aún cojea más que usted..."). Así que, superado el pánico inicial, Beltrán se reúne en un bar con sus viejos amigos de toda la vida para, tras pillarse la correspondiente cogorza, acabar admitiendo que aquí puede hacer uno lo que le dé la real gana y que como en España en ningún sitio. Quizá por ello, en la escena inicial en la zona de embarque, se escucha hablar en catalán al caricaturesco señor Comas, el jefe de Luis: para certificar la tolerancia del régimen respecto a sus antiguas obsesiones. ¡Madre del amor hermoso! ¡Y parecía una peliculita inocente!
Es cierto que se hace referencia a los exiliados republicanos, algo sorprendente, claro que se hace de manera bastante paternalista, como arrimando el ascua a la sardina que interesa. Como señalas, propaganda.
ResponderEliminarHombre, tú dirás: ya se sabe que es más fácil dorar la píldora cuando se trata de hacer reír que no cuando la cosa va de sesudas reflexiones.
EliminarHola Juan!
ResponderEliminarPues nunca había oído hablar de ella. Propagandas a un lado siempre me resulta agradable de ver este tipo de peliculas...jeje
Por cierto, me resulta imposible disociar a Manolo Moran de ese balcón de la peli de Berlanga...
Saludos y feliz semana!
Es una peli similar en estructura e intenciones a títulos como, por ejemplo, "Historias de la radio", sólo que el telón de fondo son los vuelos internacionales. Y qué decir de Manolo Morán: un hombre que hizo de todo (hasta de apoderado de toreros) antes de dedicarse a la interpretación.
EliminarSaludos.