lunes, 13 de junio de 2016

Vida en sombras (1949)




Director: Llorenç Llobet Gràcia
España, 1948, 74 minutos

Vida en sombras (1949)
de Llorenç Llobet Gràcia

El cine, de mero espectáculo, ha pasado a ser arte, ya que han sido superados los tanteos iniciales, y lo que nació como simple curiosidad científica tiene actualmente una estética...

El caso de Llobet Gràcia es paradigmático del de tantos cineastas malditos del cine español a los que la incomprensión de sus coetáneos o la censura (cuando no ambos) les sellaron el paso condenándolos a lustros de olvido. Es, por otra parte, la historia de un cinéfilo de Sabadell que, habiendo puesto todo su empeño en el cine, no lograría el reconocimiento a su entusiasta labor sino hasta varios años después de su muerte.

Dado lo atrevido del planteamiento, tanto a nivel formal como de contenido, Vida en sombras fue objeto de no pocos reproches: por hacer referencia, en pleno franquismo, a los sectores de la izquierda republicana; por situar la acción en Barcelona, incluyendo algunas frases en catalán; por incorporar escenas de filmes ajenos (Rebeca de Hitchcock, Romeo y Julieta de George Cukor, cortos de Chaplin...); por sus continuas referencias cinéfilas (tanto nacionales como extranjeras)...

Puede decirse, sin temor a exagerar, que Vida en sombras, su única cinta, es un filme autobiográfico al que los avatares de su compleja trayectoria han hecho merecedor del calificativo de película de culto. Arranca la acción a finales del XIX y su protagonista, Carlos Durán (Fernando Fernán Gómez) nace a la par que el cinematógrafo: de hecho, su madre da a luz en un barracón en el que se están proyectando cortometrajes de los hermanos Lumière. He ahí una de las constantes del guion: el paralelismo entre los acontecimientos históricos/cinematográficos y la vida del personaje central. De modo que irán desfilando por la pantalla no sólo la Primera guerra mundial, el advenimiento de la segunda República, la Guerra civil y demás episodios relevantes de la historia de España sino también la irrupción del sonoro o del color, al mismo tiempo que veremos crecer a Carlos y, en él, la pasión por el cine.

Al fondo, silueta de un zoopraxiscopio. En primer plano,
 Carlos escribe a máquina el texto que precede a esta entrada

De hecho, ese discurrir en paralelo al que aludíamos más arriba se da igualmente entre las situaciones que vive Carlos y las películas que ve: tanto es así que la relación Carlos-Ana coincide plenamente con la que vive Laurence Olivier respecto a su difunta esposa en Rebeca (obsérvese, por otra parte, el intencionado parecido físico entre Fernán Gómez y el actor inglés). Y en cuanto a la versión del drama de Shakespeare tampoco es casualidad que Carlos y Clara se enamoren viendo precisamente este filme (en el cine Coliseum de Barcelona, para ser exactos).

Aunque, sobre todo, el problema de base que explicaría su fracaso inicial es que Llobet Gràcia pretendía un imposible: filmar el amor al cine. Por muy intenso que sea dicho sentimiento al final resulta que, como todos los sentimientos, no es plausible plasmarlo en imágenes: como mucho podremos mostrar a un señor muy serio que se mueve a pasos de tortuga por el plató. La procesión va por dentro y eso no hay cineasta que lo capte. De todos modos, el galanteo que Carlos comparte primero con Ana (María Dolores Pradera, entonces esposa de Fernán Gómez en la vida real) y después con Clara (Isabel de Pomés) viene a compensar su amor imposible con la cámara que, perpetuamente en ristre, lleva siempre a cuestas. Algo así como lo que le ocurre al personaje interpretado por Eusebio Poncela en Arrebato (1979) de Iván Zulueta, otro cinéfilo fagocitado por el frenesí de su propia pasión.


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