viernes, 6 de mayo de 2016

Todo modo (1976)




Director: Elio Petri
Italia/Francia, 1976, 125 minutos

Todo modo (1976) de Elio Petri


En lo que suponía el penúltimo largo de su carrera, Petri volvió a optar por el lenguaje críptico y alegórico como principal forma de expresión. Este Todo modo de 1976, adaptación de la novela homónima de Leonardo Sciascia, debe su nombre a una frase de San Ignacio de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús: "Todo modo para buscar la voluntad divina". Ya se ve, pues, desde el título por dónde van a ir los tiros: en la línea de El amargo deseo de la propiedad (1973), anterior trabajo del director italiano y que ya comentamos hace unos días en este blog, la crítica feroz hacia determinados estamentos se traduce en impactantes escenas concebidas bajo el prisma de una irreverente farsa cuasi surrealista muy próxima al cine de Fellini.

La plana mayor de la Democracia Cristiana, y en especial Aldo Moro (dos años antes de su rapto y asesinato a manos de las Brigadas Rojas, conviene tenerlo presente), son satirizados hasta el extremo de presentarlos como un oscuro grupo que se retira durante tres días a hacer unos ejercicios espirituales a una especie de complejo subterráneo posmoderno. El enteco M. (Gian Maria Volontè) mantendrá en aquellas espaciosas salas, tan amplias como gélidas y oscuras, una equívoca relación con Don Gaetano (Marcello Mastroianni), taimado sacerdote que moverá los hilos de aquel enigmático entramado con una calculada mezcla de astucia y egoísmo.

No estamos frente a un filme ni fácil ni cómodo (tampoco lo fue para Italia la época en la que este se filmó), como enseguida se desprende de la inquietante banda sonora de Ennio Morricone que envuelve la mayoría de escenas. Una música de órgano que recuerda vagamente el estilo de Olivier Messiaen y que sustituyó, en el último momento, a la composición del jazzista Charles Mingus inicialmente destinada a acompañar las imágenes.

M. (Gian Maria Volontè) en la escena final de Todo modo

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