jueves, 12 de mayo de 2016

12 hombres sin piedad (1957)













Título original: 12 hombres sin piedad
Director: Sidney Lumet
EE.UU., 1957, 92 minutos

12 hombres sin piedad (1957) de Sidney Lumet

Tras haber iniciado una prometedora carrera en la televisión en 1952, Sidney Lumet daba el salto a la gran pantalla cinco años más tarde dirigiendo la adaptación de 12 hombres sin piedad. Su exitosa versión de la pieza teatral de Reginald Rose, coproducida bajo los auspicios de Henry Fonda y coronada con tres nominaciones a los Óscars, supuso un hito en el cine de temática jurídica al saber plasmar con sutil profundidad psicológica los entresijos de un jurado popular que debe dictar veredicto sobre la inocencia o culpabilidad de un acusado.

John Savoca

Claro que con la carita de bueno que tiene el pobre chaval es el espectador el primero en convencerse de que de ninguna manera pudo haber matado a su padre. Existen "dudas razonables" al respecto, expresión que se hará servir no pocas veces a lo largo de la película para poner de manifiesto que nadie debería ser condenado de entrada sin antes analizar detalladamente todos los pormenores del caso. La situación de partida es muy sintomática al respecto: once contra uno, donde el único que aboga por darle una oportunidad al chico se verá en la difícil tesitura de persuadir al resto.

Henry Fonda

Pero nada es imposible cuando el encargado de tan ardua tarea es Henry Fonda: impertérrito ante la intolerancia de los demás, el hombre del traje blanco se los irá ganando uno a uno en un alarde de argumentación dialéctica que acaba por seducir hasta al colérico Lee J. Cobb. En realidad, este último no es más que la víctima de un retorcido mecanismo de compensación consecuencia de la frustrante angustia que le genera el ser repudiado por su propio hijo, lo que hará que proyecte toda su rabia sobre el acusado.

Lee J. Cobb

En realidad, el verdadero tema de la película no es tanto el receso de un jurado popular durante sus deliberaciones sino la importancia que dicha institución posee como garante de la democracia americana. En esos mismos términos se expresará uno de los personajes, concretamente un inmigrante de origen europeo (interpretado por el checo George Voskovec, 1905–1981), consciente de la trascendencia de la decisión que acaben tomando. Por eso también Davis (Henry Fonda) arrebatará indignado la hoja de papel de quienes intentaban pasar el rato jugando al tres en raya o cortará en seco a aquellos que pretendían contar chistes. Y de igual forma reaccionarán los que se niegan a que la reunión se convierta en un debate sobre béisbol o sobre los respectivos trabajos que ejercen en la vida cotidiana.


Cada uno de estos hombres responde a un perfil muy determinado y es curioso cómo las cámaras irán siguiendo sus rostros con un uso del primer plano más propio del lenguaje televisivo que del cinematográfico, algo que, asimismo, viene favorecido por el hecho de que la acción se desarrolle en un espacio cerrado del que no tienen escapatoria posible hasta que lleguen a un acuerdo por unanimidad.

Joseph Sweeney

Cuando por último, y habiendo cesado ya de llover, abandonen el edificio y veamos en el plano final cómo descienden las escaleras del palacio de justicia para seguir cada cual su camino, algo habrá cambiado en sus vidas, puesto que no solo han modificado el destino del muchacho acusado sino que, sobre todo, han modificado su propio punto de vista.

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