Director: José María Forqué
España, 1967, 90 minutos
Pobres, pero honrados (a veces...)
La miseria ha sido y sigue siendo un tema de larga trayectoria dentro del cine español: por algo será... Porque si nos paramos a pensarlo detenidamente llegaremos por fuerza a la conclusión de que no sólo el cine sino incluso la literatura o la pintura, y desde mucho antes, han hecho bandera de la pobreza como tema habitual. De lo cual se deduce que las estrecheces y penurias son algo consustancial a nuestra cultura (esta última crisis se ha encargado de recordárnoslo cuando ya muchos lo habían casi olvidado).
En Un millón en la basura, como ya hiciera previamente en Atraco a las tres, José María Forqué se recrea en mostrar cómo el españolito medio no da pie con bola a la que se ilusiona con salir de pobre. Probablemente porque, muy en el fondo, un arraigado complejo de inferioridad le empuja a creer que no se lo merece.
A Pepe Martínez un poco más y lo tienen que ingresar en un frenopático de tantos quebraderos de cabeza como se le acumulan tras haber encontrado en un cubo de basura, mientras estaba de servicio, una cartera con un millón de pesetas. Es un personaje que José Luis López Vázquez interpretó en innumerables ocasiones, aunque esta vez el dilema se agrava por la dimensión moral que adquiere: ¿hay que devolver lo que uno se encuentra, máxime si es de valor considerable? ¿O, por contra, en el país de los pícaros el que no corre vuela? Dicha dicotomía aparece reflejada en la película a través de dos personajes radicalmente opuestos: Consuelo (Julia Gutiérrez Caba) y Faustino (Juanjo Menéndez).
La mujer de Pepe no duda ni un instante de la necesidad de devolver el maletín a su legítimo dueño, mientras que el compañero de trabajo de su marido se muestra en todo momento como el típico jeta capaz de engañar a un amigo si hace falta, tal y como queda manifiesto en la escena del presunto billete falso de mil pesetas o en el desenlace del filme. En medio de ambas posturas, Pepe oscilará ora en una dirección ora en la contraria. Y, para colmo de males, sus suegros también se atreverán a meter cizaña, sobre todo la suegra (Aurora Redondo), porque el padre de consuelo (Rafael López Somoza) hará gala de la misma prudencia que su hija.
Del resto de personajes cabe destacar al cicatero don Ramón (Saza) y al parsimonioso don Leonardo (el ya entonces veterano Guillermo Marín). También Rafaela Aparicio aparece fugazmente y José Sacristán como barrendero.
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