domingo, 19 de abril de 2015

Una noche en Casablanca (1946)




Título original: A Night in Casablanca
Director: Archie L. Mayo
EE.UU., 1946, 85 minutos

Una noche en Casablanca (1946) de Archie L. Mayo


Si hace algunos días comentábamos que Los conspiradores (1944) era casi una secuela de Casablanca, algo similar (aunque en un registro totalmente distinto) ocurre con esta comedia de los Hermanos Marx. Retomando su ambiente exótico de cartón piedra, se parodian algunos de los lugares comunes que hicieron célebre a la mencionada película como las autoridades coloniales, los pérfidos refugiados nazis, las apuestas en la ruleta del casino (por supuesto), un avión en la escena final... Y todo para mayor lucimiento de los Marx y su delirante sentido del humor.

En la Casablanca de posguerra, el excéntrico Ronald Kornblow (Groucho) es contratado para dirigir un hotel cuyos anteriores administradores terminaron siendo misteriosamente asesinados. Pierre, un soldado francés, sospecha que los crímenes han sido cometidos por antiguos nazis, en concreto el conde Pfferman, bajo cuya falsa identidad se esconde en realidad el perseguido Heinrich Stubel. Pero como el propio Pierre está acusado de haber colaborado con el enemigo (le obligaron a pilotar hasta Sudamérica un avión cargado con un suculento botín, aunque él prefirió aterrizar en Casablanca) sus intentos por limpiar su buen nombre con la ayuda de su novia Annette (Lois Collier) y su astuto compañero Corbaccio (Chico) no parecen convencer a los obtusos representantes de la autoridad local. Buscarán entonces la ayuda de Rusty (Harpo), el maltratado criado mudo de Pfferman para lograr descubrir antes que él el supuesto tesoro que los nazis escondieron en el hotel.

Aparte de un par de canciones interpretadas por Beatrice Rheiner (Lisette Verea) y los habituales números musicales al piano (Chico) y al harpa (Harpo), los diálogos contienen innumerables chistes. Como cuando Groucho se cruza en plena calle con un camello (que está rumiando, cosa bastante habitual en los camélidos) y le suelta: "¡Oye, tú! ¿Tienes otro chicle para mí?"


El camello nos muestra su perfil más fotogénico

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