domingo, 1 de septiembre de 2024

Sé infiel y no mires con quién (1985)




Director: Fernando Trueba
España, 1985, 94 minutos

Sé infiel y no mires con quién (1985)


Con un título que parece un refrán, Sé infiel y no mires con quién (1985) constituye uno de los mejores ejemplos de la denominada "comedia madrileña", género muy en boga en aquella España de mediados de los ochenta que aspiraba a mostrarse moderna tras tantísimos años de estrechez de miras franquista en forma de censura. No es de extrañar, pues, que tanto los interiores como el vestuario o esa imponente mansión donde transcurre la escena inicial respondan al último grito en diseño, como si el envoltorio fuese tan o incluso más importante que el propio contenido.

Por otra parte, la influencia innegable de la screwball comedy clásica sobre la puesta en escena de Fernando Trueba le otorga un ritmo trepidante a la acción, basada por completo en equívocos y guiños de carácter abiertamente sexual. Así pues, el guion, inspirado en una pieza teatral de Ray Cooney y John Chapman, expone una típica situación de enredo en la que el adulterio, tabú absoluto en épocas pretéritas, se convertía ahora en detonante de no pocas carcajadas.



Dos son las parejas protagonistas: una más díscola, la que integran Carmen (Carmen Maura) y Paco (Santiago Ramos), y otra más bien tirando a convencional, formada por Rosa (Ana Belén) y Fernando (Antonio Resines). Sin embargo, una serie de azares y malentendidos serán los causantes de que las respectivas infidelidades de los primeros acaben sembrando la discordia entre estos últimos. A consecuencia de lo cual peligrará también el suculento contrato editorial que Paco y Fernando, que para colmo son socios, estaban a punto de firmar con una exitosa autora de literatura infantil (Chus Lampreave).

Sería injusto juzgar según los parámetros actuales una película de hace casi cuarenta años. A este respecto, a algunos espectadores de hoy en día les pudiera parecer excesivamente lenta en determinados momentos, quizá porque actualmente lo habitual sería recurrir mucho más a la música incidental y demás recursos extradiegéticos que refuerzan la comicidad de las situaciones. En todo caso, dejando de lado ese tipo de cuestiones externas, conviene ir al fondo para contextualizar debidamente una obra cuyo mensaje desinhibido entroncaba por completo con la actitud vital de la Movida.



4 comentarios:

  1. Trueba siempre mostró gran admiración por la comedia clásica.

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    1. Ya dijo, de hecho, al recibir el Óscar que él no cree en Dios, sino en Billy Wilder.

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  2. No es sino un vodevil. Pero un vodevil planteado con elegancia y sentido del humor. Cuando la vi en su momento, me reí bastante. Y todos los intérpretes están geniales, con mención especial al desaparecido Pirri, en su papel de recluta.

    Un abrazo.

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    1. Un vodevil contemporáneo, por supuesto, muy de los ochenta, que conserva su chispa en determinadas escenas (por ejemplo cuando Resines sale corriendo a la calle detrás de la carta y un chavalín le chantajea), pero que, como es natural, ha quedado un tanto desfasado.

      Un abrazo.

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