sábado, 14 de septiembre de 2024

La tela de araña (1963)




Título en francés: Comme s'il en pleuvait
Director: José Luis Monter
España/Francia, 1963, 88 minutos

La tela de araña (1963) de José Luis Monter


El hecho de que Godard se apropiara del personaje de Lemmy Caution para inmortalizarlo en su Alphaville (1965) ha terminado eclipsando el resto de producciones en las que el actor Eddie Constantine había participado previamente, a menudo parodiándose a sí mismo. La tela de araña (1963), sin ir más lejos, constituye un buen ejemplo de filme policíaco en clave caricaturesca, con el intérprete norteamericano haciendo de escritor sin blanca al que un tal Martínez, el rostro del cual nunca veremos, recluta para que participe en una compleja red criminal.

Coproducción hispanofrancesa ambientada en Madrid, lo cierto es que el ritmo trepidante de su puesta en escena, pese a lo simpático de un planteamiento a todas luces burlesco, relega, sin embargo, a un segundo plano la verosimilitud de una trama un tanto disparatada. A este respecto, la presencia de un chimpancé en el reparto, que a la postre se revelará de vital importancia para el desenlace, da buena idea del tono general de una película que resulta de todo menos seria.



En esa línea ligeramente esperpéntica, la acción discurre en forma de enrevesada sucesión de encargos que Eddie Ross (Constantine) cumplirá fielmente como preámbulo a un elaborado intento de asalto al Banco Nacional de Reserva. Toda una sofisticación que, al transcurrir en suelo español, acaba impregnándose de un cierto aire cutre, irrisorio, pero al mismo tiempo interesantísimo por lo que tiene de insólito que, en una cinematografía tan poco avezada a la parodia, alguien se adelantase tres años a lo que poco después haría el Polanski de Cul-de-sac (1966).

Acompañan a Constantine en papeles principales Elisa Montés, que vendría a ser la heroína cómplice del protagonista, y un José Nieto de aire intrigante que da vida al insidioso don Álvaro. En el apartado técnico, la banda sonora de Isidro Maiztegui y la fotografía en blanco y negro de Michel Kelber figuran entre lo más relevante de una de esas cintas en cuyas escenas rodadas en exteriores los transeúntes (que no son extras, sino personas de verdad que van paseando por la calle) se quedan mirando fijamente a la cámara.



2 comentarios:

  1. La película no está mal, pero es evidente que podría haber sido mucho mejor.

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    1. Supongo que ya fue concebida con voluntad lúdica, un mero pasatiempo al servicio de su actor protagonista.

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