Director: Fernando Trueba
España, 1982, 89 minutos
Mientras el cuerpo aguante (1982) de Fernando Trueba |
Inevitable echarle un vistazo a Mientras el cuerpo aguante (1982) sin que al cinéfilo empedernido le vengan a la memoria otros dos documentales de similar factura. Uno, más por razones temáticas, sería El desencanto (1976) de Jaime Chávarri, cuyos protagonistas, los Panero, además de excéntricos enfants terribles, eran también hijos de un poeta falangista. El otro, en apariencia más alejado del filme que nos ocupa, es El asesino de Pedralbes (1978) de Gonzalo Herralde, básicamente por el enorme parecido físico y de estructura mental entre Chicho Sánchez Ferlosio (1940-2003) y el inquietante José Luis Cerveto, pese a que el primero fuese un cantautor de tendencias libertarias y el segundo un psicópata con inclinaciones pedófilas.
Razonables o no, dichas similitudes nos ponen en la senda de un tipo de cine muy en boga durante aquellos años y al que pertenecerían asimismo títulos como Ocaña, retrat intermitent (1978) de Ventura Pons o Manderley (1981) de Jesús Garay. Todos ellos, al igual que la cinta de Fernando Trueba, poseen en común que centran su interés en figuras atípicas, outsiders a los que su condición de librepensadores los convierte en individuos irrepetibles, dignos de ser tenidos en cuenta pese a que la sociedad los condene a la marginalidad por atreverse a tener ideas propias, cuando no transgresoras.
Chicho Sánchez Ferlosio (centro) con Fernando Trueba (derecha) |
En ese sentido, no hay ni un solo tema, de los muchos que aborda Chicho Sánchez Ferlosio a lo largo de los noventa minutos que dura la cinta, que pueda considerarse mínimamente convencional, ya sea la calculadora para obtener series infinitas de sílabas o números primos, las virtudes del cáñamo, el comentario filológico de algún pasaje bíblico a propósito de las almorranas o un viaje a la Albania estalinista que marcaría su distanciamiento definitivo de la ortodoxia del marxismo-leninismo.
Y así, guitarra en ristre, generalmente acompañado por Rosa Jiménez Díaz, entona un repertorio de lo más variopinto en el que lo mismo le pone música a una oda de Horacio que a los textos siempre combativos de Agustín García Calvo. Retrato conmovedor de un hombre, desde su retiro balear en la ciudad de Sóller, cuyo espíritu crítico y concepción libérrima de la existencia le condujeron en varias ocasiones a la cárcel sin que ello restase ni un ápice al entusiasmo vital que destilan las letras de sus canciones.
Todo un personaje.
ResponderEliminarQue David Trueba, el hermano del director, volvería a abordar en un documental de 2019.
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