martes, 21 de noviembre de 2017

Con los brazos abiertos (2017)




Título original: À bras ouverts
Director: Philippe de Chauveron
Francia/Bélgica, 2017, 92 minutos

Con los brazos abiertos (2017)


¿Comedia irreverente o despropósito racista? Lo más probable es que en À bras ouverts (2017) se dan cita ambos polos de esa misma disyuntiva, habida cuenta de hasta qué punto su director, el mismo Philippe de Chauveron que arrasara en taquilla hace tres años con Qu'est-ce qu'on a fait au Bon Dieu?, se ceba en las incoherencias del típico intelectual de izquierdas francés. Como también cabría preguntarse si ésta es el reverso de aquella sátira (parodia de un pudiente matrimonio católico cuyas hijas se acabarán casando con miembros de otras confesiones) o si, en realidad, las dos comparten el mismo sentido del humor reaccionario.

En todo caso, ahora le toca el turno a los Fougerole, especímenes de eso que en el país vecino apodan con cierta ironía bourgeois bohême o, simplemente, bobos (nótese que es una abreviatura: nada que ver con el adjetivo homónimo castellano). Hay quien ha creído ver en él una caricatura más o menos evidente de Bernard Henry Levy, pero bueno: lo cierto es que tanto Jean-Etienne (de nuevo Christian Clavier) como su esposa Daphné (Elsa Zylberstein) encarnan la mayoría de tópicos de un cierto sector del electorado socialista, capaz de abogar por el compromiso político en favor de los más desfavorecidos y vivir, al mismo tiempo, en una lujosa mansión (de un selecto barrio residencial) atendidos por un mayordomo hindú...



Todo muy superficial e, incluso, maniqueo (si se quiere), pero no menos efectivo en términos de arrancarle una carcajada al espectador. Sobre todo por contraste a partir del momento en el que a él se le ocurre decir durante un debate televisado en horario de máxima audiencia que estaría dispuesto a alojar en su casa a cualquier familia romaní. Llamamiento al que no tardan en acudir Babik (Ary Abittan) y los suyos.

Aquí es donde entramos en terreno delicado: la visión que ofrece Con los brazos abiertos del colectivo gitano es abiertamente denigrante, toda vez que se los presenta como gorrones dispuestos a abusar de la hospitalidad de los Fougerole y de su hipócrita conciencia social. Pedigüeños, haraganes, desharrapados, zafios... su patriarca detenta, para más inri, una moral misógina según la cual las mujeres del clan (y, de un modo especial, su hija Lulughia) están obligadas a mantener intacta la virginidad hasta llegar al altar. Sea como fuere, la controversia está servida: ¿hasta dónde es lícito ridiculizar a un grupo social o étnico? ¿Cabe considerar que la propuesta de Philippe de Chauveron es un sano ejercicio frente a lo políticamente correcto? ¿O, por contra, ha rodado la película que le encantaría ver a Marine Le Pen?


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