martes, 14 de noviembre de 2017

Basilio Martín Patino. La décima carta (2014)















Directora: Virginia García del Pino
España, 2014, 65 minutos



Homenaje póstumo a Martín Patino en la Filmoteca de Catalunya, la misma que visitó por última vez en enero del 2014 con motivo de la presentación de la que acabaría siendo su última película: el documental sobre las protestas de los indignados del 15M, Libre te quiero. Tras su fallecimiento el pasado 13 de agosto, la entidad que preside Esteve Riambau ha querido esta tarde rendir tributo a su memoria mediante la proyección de La décima carta, primera entrega del proyecto Cineastas contados. Su directora, Virginia García del Pino, comentaba en la presentación previa que prefería no quedarse hasta el final: tanta es la emoción que le produce el volver a ver en pantalla al hombre con el que, a lo largo de un año de trabajo, acabaría entablando una entrañable amistad.

Y ello a pesar de alguna que otra reticencia inicial, sólo salvada por intercesión del también realizador Javier Rebollo, quien parece ser que, a fuerza de su acostumbrado entusiasmo persuasivo, logró convencer al salmantino para que se dejase filmar en la intimidad. Eso y alguna que otra botella de buen rioja, confiesa García del Pino, siempre bien recibida por el sibarita director de Nueve cartas a Berta (1966).



Lo demás es otra "epístola", la décima, escrita conjuntamente por ambos pese a los primeros síntomas del alzhéimer, la enfermedad que, irremisiblemente, irá borrando los recuerdos de toda una vida dedicada al cine. Aun así, son muchos los aspectos biográficos que recoge la cámara, vinculados en la mayoría de ocasiones con su ya citada ópera prima, pero también con la celebrada trilogía clandestina de Martín Patino: Canciones para después de una guerraQueridísimos verdugos y Caudillo (ésta última, proyectada en la misma sala en la sesión de las 21.30h). Es, al respecto, muy interesante la enorme cantidad de documentación atesorada por su autor: recortes de prensa, estampas adquiridas en el Rastro, rancias bobinas de celuloide cuyo contenido renace a golpe de moviola, libros que un día se extraviaron y que, como El arte de matar (1968) de Daniel Sueiro (estrecho amigo y colaborador), reaparecen inesperadamente en los anaqueles de la biblioteca familiar.

En la última secuencia de La décima carta, un escéptico Martín Patino hará gala de la extrema lucidez que aún posee (por más que su pérdida de memoria sea palpable) cuando describe sarcásticamente la coronación de Felipe VI como una ceremonia huera que en nada refleja la verdadera realidad española. He ahí la perspicacia del librepensador que, desde la atalaya de su experiencia, consciente de todas las batallas que libró y de todas las causas perdidas, contempla el mundo que le rodea con melancólica indulgencia y a la espera de que le llegue su hora.


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